Ernesto
Guevara había conocido a Calica Ferrer desde su infancia,
ya que precisamente el padre de este fue uno de los médicos
que atendió su padecimiento de asma. De su relación
con Ernesto, Calica Ferrer contó:
Vivimos una niñez apacible en Alta Gracia, con largos
veranos, con muchos amigos en un lugar pintoresco y lleno
de historia: su casa. “La de Guevara” era la de
todos sus amigos.
Allí compartimos comidas; cada uno de los Guevara,
Ernesto o Celita, o Roberto o Ana María, llevaban sus
amigos o nos invitábamos nosotros mismos, y siempre
Celia, la madre, improvisaba refuerzos para calmar la voracidad
de tantos comensales.
Veníamos de expediciones por las sierras, o cabalgatas,
o de practicar natación en el río o en la piscina
del Sierras del Hotel.
Ernesto fue un buen deportista. Jugaba bien al fútbol,
nadaba a nivel competitivo. Recuerdo nuestros primeros bailes.
Le brotaba una risa fácil cuando le hacíamos
bromas por lo mal que lo hacía. El decía: “Ser
patadura me sirve de enganche con las chicas, pues todas quieren
enseñarme a bailar”.
En ese ambiente familiar de afecto, provinciano, con sus andanzas
por sierras y ríos, se fue fortaleciendo físicamente.
Eligió a sus amigos sin importarle condición
social o económica, nunca hizo diferencia. En lo de
Guevara era más importante la biblioteca que los adornos.
Fue un incansable lector y muchas veces suspendía una
salida porque tenía que leer a tal o más cual
autor. Eso le permitía sostener conversaciones con
gente mayor, con firmes argumentos.
Acerca de cómo surgió la idea de realizar el
viaje también Calica Ferrer señaló:
Le faltaban cursar, si mal no recuerdo, nueve materias cuando
me invita a hacer un viaje similar con destino a Venezuela,
pero por vía Bolivia. Y se dio el lujo, en diez meses,
de aprobar estas materias y recibir su título. Una
tarde fría del mes de julio de 1953 partimos rumbo
a La Paz. Ernesto, de veinticuatro años, con un exiguo
capital equivalente a un pasaje de ida en avión Buenos
Aires – Caracas; yo igual. Ya no volvería oficialmente
más a la Argentina.
En Bolivia se había iniciado una revolución.
El Movimiento Nacional Revolucionario había nacionalizado
las minas e iniciado la reforma agraria. Paz Entensoro y Siles
Suazo la capitaneaban.
Después de permanecer varias semanas en Bolivia, Ernesto
y Calica Ferrer se trasladan primero a Perú y después
a Ecuador. De su estancia en el territorio peruano Calica
evocó la gran solidaridad de su amigo Ernesto.
Los livianos bolsillos, cada vez más vacíos,
no ofrecían alternativas, había que decidir:
baño o comida. Yo decidí bañarme. Ernesto
optó por comer. Al rato, cuando ya me sentía
confortado por el baño, me uní a él,
que ya disfrutaba de la cena, y entonces me dijo: “Vení,
vamos a compartir la comida”.
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