Hace varios años, en diálogo exclusivo con la revista informativa Haciendo Radio, de Radio Rebelde, la escritora y periodista venezolana Alicia Herrera rememoró cómo nació su libro “Pusimos la bomba… ¿y qué?”, un texto de denuncia publicado por primera vez en 1981, y cuya edición de 2005 incluyó documentos desclasificados, que ratificaron la culpabilidad de los terroristas que hicieron explotar una bomba en pleno vuelo de una aeronave cubana, el 6 de octubre de 1976, ocasionando la muerte a 73 personas.
Durante una detallada entrevista, Alicia relató su acercamiento a los criminales cuando se encontraban recluidos en una cárcel de Caracas; cómo los autores materiales del abominable crimen, Hernán Ricardo y Freddy Lugo, le confesaron su participación en el atentado y sus nexos con los asesinos confesos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch.
«Efectivamente, la película se devuelve», aseguró la investigadora. Hizo una pausa y añadió: «Es una película de hace más de cuarenta años, cuando yo, por solidaridad con Freddy Lugo, uno de los terroristas que participó en la voladura del avión cubano, fui al Cuartel San Carlos a visitarlo».
Freddy Lugo era fotógrafo, su compañero de trabajo en la Revista Página, de Publicaciones Capriles. Alicia va a la prisión, pero no solo interesada por él. Desea hacer un periodismo menos aburrido y ve la posibilidad de escribir «un reportaje distinto».
«Él compartía la celda con Orlando Bosch, el connotado terrorista. Este recibía muchísimas visitas, no solo de sus amigos de Venezuela, sino de sus cómplices de Miami. Ellos tenían muchos privilegios en la cárcel. Hacían reuniones en aquella celda y Freddy Lugo, en ocasiones, se apartaba para conversar conmigo», recordó la valiente mujer.
Al hacer un recuento de cómo ocurrían aquellas reiteradas visitas, relató que «luego se incorporaba Bosch, un hombre con una capacidad histriónica impresionante, que le gustaba tener siempre un escenario que lo aplaudiera, acostumbrado a contar sus supuestas “hazañas”. Ahí me fui enterando y dándome cuenta, poco a poco, que era posible que esa gente hubiese estado de alguna manera vinculada al sabotaje».
A través del cristal de sus lentes se percibe el brillo en la mirada de Alicia, la incertidumbre que la acompañó, la rabia, el dolor… El tiempo transcurrió y llegó la primera confesión.
«Freddy me cuenta que estando él, Orlando Bosch y Hernán Ricardo en el patio del Cuartel San Carlos, donde ellos solían salir unas veces a hacer ejercicios y otras a tomar el sol, ellos se pelearon. Habían discutido fuertemente sobre el tema del avión y Hernán Ricardo, en un arranque de rabia, gritó delante de todos los soldados y oficiales: Pusimos la bomba… ¿y qué?». Alicia se sorprendió con la confesión de Freddy Lugo. Ella estaba sumamente asustada.
Entonces me dijo: mira, en realidad nosotros sí lo hicimos. Y me contó cómo estuvieron en el avión. Fue una confesión terrible, un momento horrible en mi vida. El terrorista me contó cómo Hernán Ricardo se fue al baño trasero del avión con su paquete, como llamó a la bomba. Y entonces se quedó encerrado en el baño, no había manera de salir y tuvo que ir alguien de la línea aérea para ayudarlo. Lo ayudó el Capitán. Cuando salió, se sentó al lado de Freddy y le comunicó que todo estaba listo, pero que tenía miedo porque sentía que iba a volar por el aire también. Eso es lo que me dice Freddy y lo que recojo en mi libro como una confesión de culpa de estos terroristas.
Luego hubo otra revelación, la de Orlando Bosh: «En ocasión de una visita que hizo a Venezuela un ex comandante guerrillero cubano (Hubert Matos), Orlando Bosh se sintió muy celoso por todas las atenciones que le estaban brindando a ese personaje. Este fue recibido con honores por el gobierno de Luis Herrera Campins. Eso Bosh no lo soportaba. Yo llegué un día a la celda y lo encontré fuera de sí, muy molesto, tirando cosas, y exclamando que cómo era posible que se le rindiera tanto homenaje a un hombre que nunca había luchado por la libertad de Cuba, y él, en cambio, “había tumbado un avión lleno de comunistas”. Eso dijo Bosh delante de mí».
Y entonces, esta periodista, como ráfaga, “lanza” a Alicia la pregunta obligada: «¿cuándo usted decide que tiene que hacer pública esta denuncia?»
Alicia Herrera, sin dudarlo, respondió: «El momento en que yo decido hacer la denuncia es en el medio de un conflicto ético muy serio: o lo digo, o lo callo; o lo digo, o soy cómplice. Yo tomé una decisión. Luego del momento en que Freddy Lugo me confiesa que ellos pusieron la bomba, pasaron meses para que Bosch dijera lo mismo. Yo esperé, necesitaba y quería oír la confesión de ellos. Yo sabía que me lo iban a decir. Y me dije, si voy a hacer una denuncia, tengo que hacerla completa y contundente, donde pueda probar que efectivamente estos son los terroristas que volaron el avión cubano».
«Fue muy duro en realidad todo lo que pasé, pero también tuve la satisfacción de que gente honesta, venezolanos de verdad, me apoyaron. Sin embargo, lamentablemente, no se ha hecho justicia, el crimen de Barbados está impune», concluyó la venezolana que sufrió amenazas y persecuciones por su decisión ética y repleta de coraje.
Cada 6 de octubre, el dolor se multiplica. Son heridas abiertas para siempre en las familias y el pueblo que perdió a sus hijos, en la Patria que los llora, mientras sigue temblando la injusticia.
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