Verdaderamente trágica la amplia información que brindó la Mesa Redonda sobre la accidentalidad en Cuba durante el pasado año. Más de 700 personas que perdieron su vida, otras 7 mil 600 lesionadas, en casi 10 mil accidentes de tránsito.
Decía el experto de Transito que la Organización Mundial de la Salud reconoce a los accidentes como una pandemia. En nuestro país son múltiples las vacunas que habría que aplicar entonces para cambiar este panorama, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.
Factores objetivos vinculados a las penurias económicas tienen una fuerte incidencia en estos alarmantes resultados. El mal estado de las vías, la falta de señalizaciones, las deficiencias técnicas del parque automotor sobresalen entre los elementos que requerirían las vacunas más costosas, imposibles de aplicar en toda la magnitud que necesitamos.
Pero hay que atender dentro de ese panorama a las prioridades. Es preciso sumar a las evaluaciones técnicas la sensibilidad y el criterio de la población y sus representantes para las decisiones en el mejoramiento de las calles y los bacheos en los lugares más críticos que pueden implicar grandes riesgos para el incremento de la accidentalidad.
La responsabilidad que tuvo en las funestas estadísticas del pasado año el crecimiento de motos y ciclomotores no puede traducirse solo en el rechazo a las indisciplinas de sus propietarios y conductores. El hecho de que motos o ciclomotores participaran en el 44 por ciento de todos los accidentes de tránsito y aportaran el 27 por ciento de los fallecidos y el 42 por ciento de los lesionados, prende una luz roja que es preciso atender con urgencia.
Hay que pinchar más hondo en ese fenómeno para hallar la vacuna correcta, pues las 300 mil motos y ciclomotores ya están en las calles, y lo importante es qué acciones educativas y de exigencia son factibles de introducir para ese segmento emergente que viene a aliviar la crítica situación del transporte colectivo.
Se habla con toda razón de las conductas humanas que determinan en la ocurrencia de accidentes: la falta de atención, el irrespeto del derecho de vía y los excesos de velocidad por quienes manejan.
También está la temeridad y despreocupación de los peatones. Poco se habla, sin embargo, de cuáles son las causas de estas distracciones e indisciplinas, un terreno que puede parecer muy subjetivo e individual, pero también merecería un estudio para hallar sus propias vacunas.
En verdad nos parece en exceso optimista pensar que vamos a decrecer en un 50 por ciento la cifra de muertes y traumatismos por accidente hacia el 2030, en vistas del estado de cosas que impacta en la pandemia del tránsito, donde no basta con crear conciencia ni hacer exhortaciones.
La propia ley de Seguridad Vial, que parecía un elemento determinante para enfrentar el problema, poco ha conseguido desde el punto de vista práctico en influir sobre todas las aristas que provocan esta alta accidentalidad.
Por supuesto, nadie cuestiona que la comunicación, la educación vial y la exigencia sean otros candidatos vacunales imprescindibles para atajar este mal. El dato de que los accidentes de tránsito son la primera causa de muerte en el país hasta los 20 años, resulta sobrecogedor y dramático.
Pero para que la inmunización contra esta alta accidentalidad sea efectiva, hacen falta todas las dosis que requiere esta grave y mortal pandemia.