Camilo Cienfuegos

Abrazo de pueblo en la sonrisa de Camilo Cienfuegos

Formado en valores humanistas como la bondad, el amor a la Patria, la solidaridad, y la lealtad  valoraba la amistad como un don preciado del ser humano. Así era Camilo.

La carismática personalidad del Comandante Camilo Cienfuegos quizás fuera la causa de que su recuerdo  perdurara hasta estos días en el corazón del pueblo cubano que de forma espontánea cada 27 de octubre víspera de su desaparición física, acude a las orillas de mares y ríos a rendirle un merecido homenaje.

La sonrisa como abrazo llegaba a todos en los actos y concentraciones donde participaba Camilo en especial a los niños que ansiaban verlo de cerca, darles la mano, acariciarle la barba negrísima y soñar un abrazo del  admirado guerrillero. Con 10 o 11 años de edad todos pensábamos que nos pertenecía.

El también conocido como Señor  de la Vanguardia nació en una sencilla casa del reparto Lawton, La Habana, el seis de febrero de 1932. Hijo de padres originarios de Pravia, Asturias y de Castro Urdiales, Cantabria, de humilde extracción social.

La familia Gorriarán estaba encabezada por Ramón Cienfuegos, sastre de profesión y anarquista de pensamiento, que luego se fue acercando hacia líneas socialistas lo cual lo evidencia, entre otras cosas, el hecho de haber escogido para maestra de Camilo a una profesora de filiación comunista.

Desde pequeño sintió tanta pasión por el béisbol que perdía la noción del tiempo. Al principio era un mal jugador, incluso nadie lo quería en su equipo, pero se esforzó tanto por aprender que en el año 1947 participó en el campeonato de béisbol intercolegial. También integró el equipo campeón de voleibol entre escuelas secundarias.

El 21 de septiembre de 1949, a los 17 años de edad y ya concluido sus estudios primarios superiores, firmó su boleta de ingreso a Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro.

Asistió durante el primer semestre del curso académico de ese año, pero abandonó sus estudios por problemas económicos. Durante el período en que fue estudiante de San Alejandro, estuvo trabajando en la tienda “El Arte”, como aprendiz de sastre.

En Nueva York supo del proyecto que encabezaba Fidel Castro, encaminado a organizar una expedición armada en México con el propósito de desembarcar en Cuba y emprender la lucha armada contra la dictadura.

Aquella empresa encajaba con sus ideales y, tras ser expulsado por las autoridades migratorias estadounidenses luego de vencerse su permiso de residencia, marchó hacia México, a donde llegó el 19 de septiembre de 1956. Sin ser enviado por ninguna célula del Movimiento 26 de Julio le resultó difícil ser aceptado en el movimiento revolucionario.

Reinaldo Benítez fue quien lo presentó a Fidel Castro y cuando este lo aceptó fue enviado al Campamento de Ciudad Victoria. Desde ese lugar escribió a un amigo: “Esos que luchan, no importa dónde, son nuestros hermanos”.

El dos de diciembre de 1956  figuró entre los 82 combatientes que desembarcaron por Los Cayuelos, en la costa sur de Oriente. Tras la dispersión de Alegría de Pío, producida tres días después, se retiró en compañía de los expedicionarios Pablo Hurtado y Francisco González, incorporándose poco después al grupo del comandante Juan Almeida.

El 18 de diciembre de ese año  logró reagruparse con Fidel a quién consideró desde entonces un amigo.

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