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A dos velocidades: ¿Prosperidad o pobreza?

por Inés María Alfonso Rodríguez

En el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, es imposible no mirar con ojo crítico la creciente brecha entre la riqueza concentrada en las manos de unos pocos y la pobreza que afecta a millones en un mundo cada vez más desigual.

El capitalismo, a pesar de su capacidad de generar riqueza, parece estar fallando en su promesa de «bienestar para todos» .

Mientras los multimillonarios acumulan fortunas inimaginables, alimentadas por un sistema que favorece la especulación financiera y la explotación de los recursos naturales, la pobreza se extiende como una mancha oscura sobre el planeta. ¿Qué tal si hablamos de cifras?  las 85 personas más ricas del mundo poseen tanto dinero como la mitad más pobre de la humanidad.

La concentración de la riqueza no solo es moralmente cuestionable, sino que tiene consecuencias devastadoras para el desarrollo global. En un sistema donde – los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres-, es necesario mirar más allá de las definiciones y tener en cuenta que las personas atrapadas en la pobreza carecen de acceso a la educación, la atención médica, la vivienda y otros servicios.

El sistema actual parece diseñado para perpetuar la desigualdad. Los mecanismos de protección social son débiles o inexistentes en muchos países, y las políticas fiscales tienden a favorecer a los ricos, no a los más necesitados. El resultado es una espiral de pobreza que se extiende a generaciones futuras.

Es necesario repensar el modelo económico actual. Se necesitan políticas públicas que promuevan la igualdad, la redistribución de la riqueza, la inversión en educación y salud, la creación de trabajo digno y la protección social.

La erradicación de la pobreza no es solo un objetivo humanitario, es un imperativo moral y económico, es sin dudas: «Una inversión esencial en nuestro futuro común».

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