Manzanillo.- Del mismo color recio de ébano como su piel curtió su andar por los cañaverales, bateyes, desde las tribunas donde siempre defendió a los humildes trabajadores azucareros.
Jesús Menéndez Larrondo, líder de los obreros de ese sector, nació el 14 de diciembre de 1911, en Encrucijada, un pueblo de la antigua provincia de Las Villas, en el seno de una familia de trabajadores descendientes de mambises, de la que heredó la estirpe de lucha contra las injusticias y por la defensa de los derechos de los trabajadores, identificándose desde temprana edad con las ideas comunistas, que lo llevaron a convertirse en bujía de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros.
Desde esa posición, le arrancó a la oligarquía dominante 631 millones de dólares a favor de los trabajadores de la industria azucarera, siendo sus principales conquistas el pago del Diferencial Azucarero, la Caja de Retiro Azucarero y la Cláusula de Garantía con beneficios para la economía nacional y el ingreso de los familiares de los obreros.
Además, logró el pago de horas extras, la elevación del salario a los azucareros, su inclusión en el retiro, la higienización de los bateyes en los centrales y otras medidas de carácter social.
Cada escenario desde donde Menéndez Larrondo alzaba su voz lo encumbró al respeto y la admiración de los cubanos más nobles, pero también le merecía la traición y el crimen cegó la vida.
Con solo 37 años de edad, el 22 de enero de 1948, en la terminal de ferrocarriles de Manzanillo, el capitán de la Guardia Rural, Joaquín Casillas Lumpuy, ejecutó la orden de asesinar a Menéndez Larrondo porque era un peligro para los intereses imperialistas en la Isla.
El hecho conmocionó a los residentes en la ciudad del Golfo de Guacanayabo y a todo el país, el traslado de los restos mortales del legendario General de las Cañas se convirtió en una manifestación de duelo popular, que lo sembró para siempre en el cariño de los cubanos.
Hoy, y como sucede cada 22 de enero desde el mismo sitio donde cayera asesinado, hace 77 años, la terminal de ferrocarriles de Manzanillo, frente al conjunto escultórico que recuerda su estirpe recia, incorruptible y de humildad, los manzanilleros enaltecieron la obra de Jesús Menéndez Larrondo, el General de las Cañas, inspiración de los actuales desafíos de la industria azucarera y sus trabajadores.