Cuando Omara Durand cruzó la raya de sentencia en la final de los 200 metros planos, no pudo esconder la emoción contenida durante un largo tiempo. Supongo que por su mente pasó una y otra vez, cómo sería ese momento, colofón de una larga, intensa y fructífera carrera deportiva que coronó con 11 medallas en Juegos Paralímpicos e innumerables triunfos en campeonatos mundiales, parapanamericanos, y otros eventos internacionales que llevarán su marca para siempre.
Solo segundos después de ganar su tercer título en París, Omara se fundió en un abrazo con su guía Yuniol Kindelan. Solo ella y quizás los seres más allegados reconocen lo que eso significa. Seguidamente, levantó ambos brazos en señal de despedida, y portando sus zapatillas en una de sus.manos, dejó correr una vez más las lágrimas a través de sus mejillas.
El prolongado beso a la morada pista del estadio parisino fue una señal de respeto y agradecimiento, el Stade de France tuvo la suerte de ser testigo del histórico momento, inmortalizado en fotos que recorren ya el mundo.
Omara concluyó así su carrera como deportista activa. Y si sus triunfos enorgullecieron a millones de cubanos y más allá de fronteras también, la alegría se realza en sus declaraciones a los colegas de la prensa cubana.
Pido disculpas a quienes confían en que puedo seguir ganando medallas, pero tengo un compromiso con mi hija y la familia que me extrañan.
Para agregar seguidamente, «amo a mi Patria y seré fiel como mujer y cubana hasta la muerte». Aquí trascendió más a la inmortalidad para reafirmarse como referente imprescindible en tiempos duros, difíciles y muy retadores.
Omara Durand sin proponérselo ofreció una lección de ética, sentido del deber, agradecimiento, humildad, y con todo eso junto, que no es poco, nos transmitió a todos que no hay imposibles cuando conocemos nuestras metas y sabemos el valor de su cumplimiento.
Lo hizo una mujer cubana, una joven santiaguera que reitera hasta la saciedad las oportunidades que ha tenido y aprovechó para demostrar su estirpe, a pesar de sus limitaciones con su visión donde nos ha dejado claro que también, en esa camino, desea emprender una batalla que dejará en manos de los médicos.
Han transcurrido horas desde que Omara Durand, la campeona paralímpica cubana, sellara con broche dorado su larga carrera en las pistas. Pero es inevitable seguir recordando la hazaña, porque también hace apenas unas horas conocimos que cuando ganó una de las preseas en Londres 2012, ya llevaba sin saberlo, su retoño dentro. O sea corrieron tres, en esfuerzo compartido.
Omara no debes pedir disculpas por la decisión de sellar con oro tú carrera deportiva. Somos los mortales que hemos tenido el privilegio de coexistir en época contigo, quienes te agradecemos.
Has superado límites. Más aún, nunca los tuviste. Omara de Cuba y del mundo, te esperamos en tú Patria llenos de profundo orgullo. Eres una diosa en tú Santiago y para los cubanos. ¡Enhorabuena!.