En Cumanacoa, estado venezolano de Sucre, se mezclan el dolor y la esperanza. Todavía está la tristeza por las pérdidas de vidas humanas y de hogares a causa del desbordamiento del río Manzanares luego de los impactos del Huracán Beryl en la madrugada del 2 de julio.
Aún están las huellas de los destrozos, los escombros y el lodo, pero también hay mucha gente trabajando sin descanso para la recuperación. La vida sigue.
En la Escuela “José Julián Villafranca” está habilitado el refugio conocido como La Manga, donde son resguardadas y atendidas las familias y personas que lo perdieron todo, como Juana Rodríguez, quien tiene dos bebés y aún se estremece cuando narra cómo se quedó sin casa.
“Se la llevó el río, me trajeron en un helicóptero, un árbol pasó entre las aguas, casi nos mata, fuimos a una vivienda de vecinos ubicada más arriba, yo me sentía muy asustada, con mucho miedo, hasta que nos buscaron, aquí me tratan bien, estoy muy agradecida de la atención de médicos cubanos y venezolanos”, declara a la prensa cubana acreditada en este país.
Erickson, Mariángeles y otros niños que están en el refugio son los mejores testimoniantes, hoy reciben alimentación, un techo seguro, juegan, y también recuerdan lo que sucedió aquella madrugada.
“Sacamos las cosas de nuestra casa, que se movió, todo parecía una piscina, luego nos salvaron y nos trajeron para el refugio, aquí jugamos, nos dan cariño, tengo amiguitos, me quiero quedar aquí”, dicen con la inocencia de sus cortos años.
El Doctor Daniel Rodríguez, médico intensivista y especialista en Medicina General Integral presta servicios en el refugio con esos sentimientos solidarios de un buen cubano.
“Atendemos 87 personas, y nos han informado que recibiremos más damnificados. Las enfermedades más recurrentes son las de la piel, diarreicas, estas son personas que necesitan apoyo sicológico, pero el Gobierno venezolano hace llegar recursos como colchones, alimentos. Mientras los especialistas cubanos hagamos falta a estos hermanos, nos mantendremos aquí”, afirma.
Abigail Villarreal tiene 29 años, tiene cinco niños y es una de las que quedó sin hogar, está en el refugio y fue diagnosticada como paciente hipertensa por los médicos cubanos.
“Están pendientes de nosotros, me toman la tensión todos los días, me dan medicamentos, que sigan así, los necesitamos”, nos confirma con una voz que aún evidencia el susto.
Niuri Urbanet también guarda como instantes estremecedores los impactos del fenómeno meteorológico y está muy satisfecha con la labor de los médicos cubanos.
Entretanto, Carmen Conquista y María Salazar son otras pacientes en el refugio, y hoy no encuentran palabras para agradecer.
“Hemos sido atendidos en todo momento, nuestro mensaje es que sigan adelante, lo están haciendo muy bien, ellos han sido ejemplo, muy dedicados, cariñosos, el pueblo los necesita con urgencia, desde aquí nuestro agradecimiento eterno”, nos dicen mientras se despiden del equipo de prensa.
De este lugar, un refugio en Cumanacoa donde se mezclan el dolor y la esperanza, nos vamos con una idea que no se aparta de nuestra mente: Hay que seguir adelante, ese es el mensaje alentador y de esperanza de quienes siguen apostando por la vida.
Detalles en la propuiesta radial.