Madres cubanas, que transforman la realidad más difícil con sensibilidad, coraje y belleza

Evian tiene 8 años. Es alto, delgado e inquieto. Estudia violín en el Conservatorio “Paulita Concepción”. Mientras saca notas del instrumento, del cual no despega la vista, unos ojos, que pierden su forma almendrada, lo observan a menos de un metro.

Ladeada la cabeza, la sonrisa ancha de orgullo, las manos apretadas, así permanece Ailed al contemplar el crecimiento musical de su único hijo Evian. Tenía apenas un año cuando lo descubrió con claves en las manos, repitiendo el patrón del ritmo afrocubano y desde entonces ella ha procurado que el niño talentoso encuentre, por el camino de la academia, el virtuosismo que le nació en el solar de Cayo Hueso, el barrio donde viven.

Clases, ensayos, repasos, presentaciones, audiciones, ese tipo de actividades demanda la formación de Evian, pero más allá de la dedicación maternal, en Ailed de la Caridad Acosta Argudín habitan otras mujeres, o más bien la misma, repartida en jurista, delegada de circunscripción, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, hija de Daysi, amiga siempre presente, mujer que ama. Es tanto en una sola que hay obligación de preguntarle: ¿cómo te alcanza el tiempo?

«Esa es una pregunta muy común, me la hacen muchas mujeres fundamentalmente. Para serle sincera este trabajo no es de una sola persona». La labor del delegado es de conjunto con los factores de la comunidad, con el grupo de trabajo comunitario, si no te apoyas en ellos las cosas no salen como deben ser».

Ailed es hija de una maestra: Daysi Argudín. «Ella juega un papel fundamental, me ayuda mucho con el niño, con las tareas del hogar», comenta la abogada sobre la mujer que la trajo al mundo hace 37 septiembres. Cuenta que a veces la llama a última hora, «mamá, búscame los mandados; mamá, recógeme al niño; mamá, ve a la casa y adelántame la comida» y ahí acude sin reproches, quien resulta la incondicionalidad vestida con su prenda más ajustada: la madre.

Daysi es una esbelta y elegante señora de andar rápido. Durante décadas se ha desempeñado como inspectora de Educación Municipal. Cuando le llegó la hora de jubilarse sintió el reposo hogareño como una enfermedad. El alto ritmo de actividad acostumbrada la llevó de nuevo a las labores educativas. Es de esperar que por circulación materna le llegue a Ailed la vocación de servir, que le brotó desde niña.

«Uno se identifica con el sentir del pueblo», sentencia Ailed a manera de irremediable mandamiento. Desde pequeña participaba como pionera en el cuidado de las urnas, después sin ser federada apoyaba las tareas de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en la zona, luego al formar parte de la organización ocupó cargos y también en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), donde todavía es la encargada de Vigilancia en su cuadra. En el 2017 sus vecinos la eligieron delegada de circunscripción.

Que deba salir a auxiliar, defender y representar a los suyos, incluso a deshora, que abra la puerta de su casa a problemas de otros, no significa para esta servidora pública una carga. Ser delegada en la modesta personalidad de Ailed constituye una tarea que cumple “sencilla y llanamente”.

«Las personas piensan que es algo del otro mundo. Es lo más cotidiano. No son solamente tus problemas, tus preocupaciones, tus planteamientos, tus quejas, sino tramitar y solucionar las de toda la comunidad».

Siete años lleva la muchacha al frente de la circunscripción 55 en el consejo popular Cayo Hueso del municipio Centro Habana, pero dice que ni las duras jornadas de enfrentamiento a la COVID-19 le permiten asegurar que tiene mucha experiencia. «En este trabajo, periodista, se aprende todos los días» -afirma- atendemos lo mismo a una madre con tres o más hijos, un anciano solo, un joven desvinculado del estudio y el trabajo, un niño con problemas escolares o de conducta.

«El delegado debe ser sensible, debe saber ponerse en el lugar de las personas, debe sentir el problema ajeno como suyo, ser preocupado, solidario y estudiar las leyes».

El alma de la alegre delegada, abogada y diputada a la Asamblea Nacional, se alimenta de muchos orgullos, pero hay dos estrechamente atados que cuida con especial celo: su hijo y Cuba.

«Vivo orgullosa de que mi hijo haya podido optar por una escuela de música». Sabemos que en la mayoría de los países el acceso a estas instituciones depende del poder adquisitivo y jamás imaginarlo para un negro, un mulato, sin embargo en Cuba solo depende de talento, este es un logro de la Revolución, asegura.

Ailed reconoce los desafíos actuales, sabe cuánto le falta al país, a su barrio, por transformarse en busca de la prosperidad merecida, por eso sueña y trabaja por un futuro mejor en Revolución. Participa en la construcción colectiva de una nación.

Para las madres de Cayo Hueso, para las que batallan por alimentar, calzar y vestir con dignidad a su descendencia, para las que tienen niños enfermos, para las que como ella poseen un hijo estudiante de la enseñanza artística, para todas las cubanas heroicas, pide Ailed un deseo: vivir sin bloqueo. «Es el deseo de muchos cubanos, de las madres fundamentalmente».

No perder el optimismo por difíciles que puedan ser las circunstancias, no darle cabida a la rendición son adargas con las que camina esta mujer centrohabanera por la Cuba de 2024 y de ahí su corto, pero especial mensaje a las madres cubanas en su día: «les pido que confíen en la Revolución, solamente eso».

Su historia y la de su guerrera mamá, son las protagonistas este año de la postal del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez por el Día de las Madres. Cuando digo Madres, escribió el Jefe de Estado, pienso en mujeres como ellas, capaces de sostener y transformar la realidad más difícil con sensibilidad, coraje y belleza.

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