Guasdualito es una ciudad del Estado Apure en Venezuela; punto colindante, a sólo veinte minutos de la frontera entre la nación bolivariana y la ciudad de Arauca en Colombia. Hasta allí se trasladó nuestro equipo de prensa para contar las vivencias de una brigada médica cubana que en ese sitio tan alejado, sigue contando y escribiendo la historia.
“Este lugar es sencillo, tranquilo, hay gente humana, muy noble, comunicativa y cariñosa. Estamos en una zona donde predomina la ganadería como principal sector de la economía, los pobladores se dedican a la pesca, la siembra de maíz, arroz, y también abunda el intercambio de muchos productos con Colombia”, nos dice la Doctora Aurora Almarales Fonseca, Jefa del Centro de Diagnóstico Integral “Mártires del Amparo”, instalado precisamente en Guasdualito, capital del municipio José Antonio Páez.
Esta es la segunda ciudad más importante de Apure, y gran centro petrolero de la región. Tiene una extensión de más de 12 820 km cuadrados con unos 135 mil habitantes.
El personal médico que atiende esta población en el CDI “Mártires del Amparo” no descansa en su empeño de preservar la salud del pueblo.
Al respeto, la Doctora Almarales Fonseca nos confirma que la institución cuenta“con 56 trabajadores, 14 de ellos son cubanos, disponemos de servicios de Laboratorio Clínico, Urgencia, Medicina, Hospitalización, Rehabilitación Integral, tenemos especialistas en Medicina General Integral, enfermeras emergencistas, intensivistas, un Médico Diplomado en Terapia Intensiva, y Licenciados en Rehabilitación, además de una podóloga, y los compañeros de Administración y Farmacia”.
Incluso, los que llegan de otras partes son recibidos como pacientes con cariño y profesionalidad en este CDI Mártires del Amparo, también conocido como Páez I.
“Aquí atendemos todo el personal que llegue, árabes, venezolanos, colombianos, chinos, y los padecimientos más comunes son el asma bronquial, hipertensión arterial, alergia y picadura de insectos, sobre todo de serpientes, abundan las serpientes venenosas. Hacemos jornadas de salud en comunidades, en diversos barrios y en la Plaza Bolívar, y ellos muy contentos con nuestra atención”, añade.
Allí nos encontramos en la Sala de Rehabilitación Integral a José Rafael Sandalio Ledón, un joven de 27 años de edad, quien sufrió un accidente cerebro vascular y luego de meses de tratamiento, ya empieza a ver la mejoría.
“Tenía una malformación arteriovenosa cerebral, perdí la movilidad del lado izquierdo, sin embargo, con la ayuda de los cubanos he mejorado mucho, aquí me hacen sesiones de magnetoterapia, corriente, masajes y ejercicios físicos, los cubanos se portan muy bien, me he recuperado, primeramente gracias a Dios y en segundo lugar por los cubanos”, confiesa emocionado.
Pero allí los casos fluyen cotidianamente. La Doctora Aurora Almarales recuerda aquel momento en que hubo nervios y mucho susto, pero también unión del equipo, cuando recibieron un niño, presuntamente mordido por una serpiente.
Según refiere “fue un momento muy difícil, nos llamaron que la madre iba con el nené para nuestra institución, todos corrimos, los esperamos, cuando llegaron “la madre estaba desesperada, pero el muchachito se veía despierto, activo, lo chequeamos y definitivamente por suerte, no tenía picadura a pesar de que había manipulado al animal, fue un gran susto, pero todos nos unimos y trabajamos en función del niño, en un suceso que tuvo un final feliz”.
Junto a la satisfacción por el deber cumplido, también hay nostalgias y añoranzas que no pueden evitarse, dice la Jefa del CDI Páez 2.
“Tenemos mucha comunicación con la familia, por las noches conversamos con ellos, y entre nosotros nos preguntamos por la situación de nuestros familiares, eso nos une más. Para mí lo más difícil, fue separarme de mis tres hijos, los cuida mi madre, pero los extraño mucho; lo más bonito, sin dudas, conocer a un personal que no es cubano, conocer profesionales de otros países, es otra enseñanza, si me ubican en un puesto de dirección cuando regrese a mi Patria, lo haré con más responsabilidad y más voluntad”.
Por eso esta mujer cubana, santiaguera, tiene una convicción muy firme cuando me dice muy convencida: “Si me dicen nuevamente que voy para la frontera, regresaría a este lugar”
En la frontera de Venezuela con Colombia se tejen historias, nostalgias, convicciones y compromisos de especialistas cubanos que aman y fundan.
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