Cátedra de magisterio

Manzanillo, Granma. – El diálogo con Bárbara Pascual Cañete es un viaje al centro de sus pasiones: el magisterio, profesión a la que entregó 45 años de su vida y de la que hoy, aquí, es considerada una cátedra.

“Educar es llevar al alma de los estudiantes todo lo bueno que pueden aprender, para mí los alumnos siempre fueron lo primero”, asegura, cómodamente sentada en la sala de su hogar en Avenida Paquito Rosales # 248, en esta ciudad del Oriente de Cuba.

Emociona escucharla hilvanar con precisión los recuerdos como alfabetizadora en Minas del Frío, en plena Sierra Maestra; los estudios de la especialidad de Geografía, las escuelas en el campo y las andaduras laborales por varios centros.

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Desde el desempeño como directora del antiguo preuniversitario Manuel Fajardo Rivero, la profe Bárbara Pascual ascendió la cúspide más bonita: la admiración de sus colegas y el cariño eterno de alumnos y sus familias.

“Yo no diría recia, diría el respeto a los alumnos y la disciplina que ellos tienen que tener es lo que hace al hombre. Me siento feliz y orgullosa cuando voy a cualquier lugar, y lo mismo médicos que ingenieros me llaman: ‘profe, venga a acá’; ‘profe, hágame el favor’. Eso fue lo que “instalamos” en ellos.

“Desde que ponen un pie en la escuela, que los estudiantes cumplan con el reglamento definido en el centro, ya usted está formando bien.”

– ¿Quién es la primera escuela?

“La casa, la familia es la primera escuela. Los padres son los primeros que tienen que enseñarle al hijo la forma correcta de llegar a una escuela. Sino salen con esa concepción desde el hogar, los padres “falsean” la educación que quiere hacer la escuela.

“Para mí el claustro que teníamos en el Instituto Preuniversitario Urbano Manuel Fajardo Rivero, no por nada, pero era lo mejor que habíaen la provincia de Granma en aquel momento. No lo decía yo, lo aseguraban los ministros y viceministros del sector, los metodólogos que nos visitaban. Fuimos vanguardias nacionales por muchos años.

El sol no se retira sin que esta mujer repase, antes, el expediente con trazos dorados de los años como educadora, aunque hoy Diego y Diago, los nietos, la atraen a horas maravillosas. “Mira, el celular el profesor lo debe “explotar” en beneficio a todo el estudio de los alumnos, y muchas veces se desaprovecha. No se puede negar el avance de las tecnologías, el desarrollo.”

– ¿Confía usted en los jóvenes?

– “Por supuesto, porque la nueva generación es la encargada de asegurar el desarrollo del país, pero debe hacerlo con disciplina, consagración y responsabilidad, con el sentido del momento histórico que viven. Los educadores desempeñan un rol preponderante porque en sus manos descansa la formación profesional de todos.”                             

Desde la vitrina del hogar de la profesora Pascual resplandecen medallas, distinciones, premios y reconocimientos, aunque asegura le falta la de Trabajador Internacionalista, pues cumplió misión profesional en Venezuela de 2007 a 2009.

– Y a su derecha tiene otro premio (Ronaldo, el esposo, también educador) …

– “Ah, sí cómo no. Siempre hemos trabajado juntos: yo como directora; él como mi secretario docente.”

– ¿Y quién manda?

– “Bueno, coordinado el trabajo. Es una labor conjunta, siempre en el Consejo de Dirección todos aportaban.”

– Pero la “voz cantante” era la suya…

– “Ah, bueno, siempre, porque yo era quien recibía las orientaciones y era quien las daba. No me hubiera jubilado y si me tengo que reincorporar ahora, lo hago.

“Mira, Ronaldo lo hizo y le va muy bien. Mi hermano más chiquito y su esposa; mi nieta, que la criamos y consideramos hija; mi sobrina y el sobrino siempre han llevado esa herencia del magisterio.”

Bárbara Pascual Cañete es un manantial de saberes y experiencias.                                                  Es un espejo que refleja la altitud y fulgor de una educadora de altos quilatesque sembró, para siempre, en el alma de sus miles de alumnos.

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