El jazz es un género que nació de la libertad del espíritu creativo, de ahí que, para el cine, haya sido muy difícil encerrarlo en 24 cuadros por segundos.
Cientos de películas y grandes nombres de la historia del celuloide han intentado captar las esencias de este arte, a veces, esquivo. En pocas, en poquísimas ocasiones, el cine lo ha logrado.
Esta relación de amor-odio entre el jazz y el llamado séptimo arte empezó antes del cine sonoro y la pantalla grande. En las salas oscuras, los músicos improvisaban melodías para acompañar a los cortos que, en blanco y negro, absorbían la atención de los espectadores.
No es difícil entonces comprender por qué fue, justamente el jazz, el género escogido para conformar la partitura que identificó el primer filme sonoro de la historia.
El cantor de jazz (1927), película dirigida por Alan Croslan, no solo marcó el inicio del empleo del sonido directo y sincronizado en el cine, sino que también fue el punto de partida de una serie de estereotipos e incomprensiones que han marcado los intentos por reflejar el mundo del jazz en la ficción. Al Jolson, un cantante estadounidense blanco pintado de negro fue el protagonista de esta sencilla historia.
Entre tanto, no fue hasta 1929, con el estreno de la película Aleluya, de King Vidor, que por primera vez llega a la pantalla grande un drama con la totalidad del elenco negro, y con el jazz y el blues rural como protagonistas.
Con el paso del tiempo, este género musical continuó ganando espacios en las producciones cinematográficas. En la década de 1940, con la explosión del llamado “cine negro”, el jazz se convirtió en el estilo principal de estas historias de detectives, rubias y gánsteres.
Las adaptaciones fílmicas de novelas como El halcón maltés de DashiellHammett, entre otras, hallaron en el jazz el vínculo perfecto para transmitir emociones como la tensión, el suspenso y las tramas oscuras.
Ciudadano Kane, Un tranvía llamado deseo, El hombre del brazo de oro, Alrededor de medianoche, Birdy Los fabulosos Baker boys, entre otras cintas, son ejemplos de cómo la pantalla grande no solo se apropia de la sonoridad del jazz para sus producciones, sino, también, de sus historias.
En nuestro país, dada la escasa y desafortunada producción de cine musical, el llamado “género del espíritu libre” no ocupa un papel cimero dentro de la filmografía nacional. Tímidas incursiones o acercamientos prescindibles demuestran que, el jazz, constituye una asignatura pendiente para el cine cubano.
En el año 2018, el realizador Esteban García Insausti intentó saldar esa deuda con el largometraje de ficción Club de jazz, historia que se fragmenta tres relatos, tres épocas distintas y tres instrumentos musicales, para dialogar con algunos conflictos como la envidia, el racismo, y las aspiraciones y frustraciones profesionales.
Con un elenco comandado por los actores Mario Guerra, Luis Alberto García y Héctor Noas, las tramas de la película convergen en el esplendor, decadencia y cierre de un afamado y ficticio Club de jazz habanero, paralelismo, tal vez, con las propias etapas por las que ha pasado el género en nuestro país.
Sin penas ni glorias, este filme intenta resumir en sus 90 minutos de metraje toda la atmósfera de la bohemia jacística cubana, y lo hace desde un acercamiento interesante y renovador.
En esta ocasión, SONOGRAMAS propone un recorrido por algunos de los filmes cubanos e internacionales que tienen al jazz como protagonista…
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