En los tiempos actuales, la práctica sistemática de la ética y el ejercicio de brindar amor constituyen un antídoto imprescindible, esencial y enaltecedor.
Si vamos al concepto de Revolución de Fidel, puede resumirse que en el predomina la ética revolucionaria en cualquier tiempo y para todas las generaciones de cubanos.
Viéndolo así, en momentos de tanta complejidad, retos y desafíos en diversos frentes de la vida cotidiana y el trabajo, la ética debiera multiplicarse desde el hacer un poco más en lo que nos toca, entregarse, consagrarse con espíritu de sacrificio y conocimiento para aportar a lo que hacemos, tratar bien a nuestros semejantes, enaltecernos con una manera más respetuosa y amable en nuestras relaciones con los demás, exigir disciplina y practicarla, ser modestos para escuchar y aprender de lo que otros tienen que decirnos, en fin, superarnos humanamente o intentarlo para ser mejores.
Decir lo anterior en palabras en más fácil que concretar lo expresado, porque no es solo un asunto de propósito sino también de incorporar estos valores a nuestro actuar cotidiano y convertirlos en convicciones, para que solo así surjan de manera espontánea y natural.
Desgraciadamente no puede afirmarse que es hoy lo que prima. Las circunstancias marcadas por escaseces materiales, también han generado otras que afectan la decencia humana, los buenos modales y por tanto, la convivencia.
La base para poder transitar por un camino de mejor interrelación y familiaridad entre todos es el respeto, y a partir de ahí pudieran existir divergencias, contradicciones, opiniones encontradas, pero el respeto siempre constituirá un muro de contención contra quienes te agreden en la calle, un establecimiento, un ómnibus e incluso en las relaciones intrafamiliares u otros espacios.
No estamos refiriéndonos a la agresión física, sino la de palabra o gesto, que lacera tanto más como la física cuando no recibimos una respuesta adecuada o nos ignoran, o nuestro jefe nos grita, o no se escuchan nuestros argumentos entorno a determinado tema o solución colectiva que buscamos, o se nos discrimina por diversas razones.
Y resulta contradictorio encontrarnos con manifestaciones de esta naturaleza, cuando igualmente en contraposición encontramos otras que nos llenan el corazón, nos ponen a soñar en la realidad de un mundo mejor posible y que surgen de esos propios valores humanos dados espontáneamente cuando ayudamos al vecino con un buchito de café, somos capaces de reunir lo poco que tenemos para personas que lo han necesitado tras el paso de un fenómeno meteorológico, cuando nos unimos en dolor colectivo ante un desastre que ciega vidas o destruye, o cuando damos un abrazo espontáneo y necesario a la o las personas que lo necesitan. Entonces sí podemos ser mejores personas si nos lo proponemos que tanta falta hace en tiempos como estos es un antídoto imprescindible, esencial y enaltecedor. Sin dudas.