¿Niños maestros de los adultos?

En las casas que viven niños no hay dudas que la convivencia es armoniosa. Ellos son cariñosos y amables; con sus mentes abiertas para aprender con rapidez, curiosos, traviesos, ocurrentes y espontáneos.

Muchos creen con razón que son los mejores maestros de los adultos. ¿Cómo puede ser eso? Se preguntarán algunos; la respuesta está dada en que los infantes poseen un grupo de cualidades que por su trascendencia para cualquier ser humano, se debían de imitar y conservar toda la vida.

Una de estas es la creatividad; dada en sus dibujos y juegos, ya que aún no están influenciados por ciertas normas y esquemas, que guían el quehacer de los adultos.

Otro de los rasgos que caracterizan esos años es la imaginación: sería interesante escribir historias con  las cuestiones que dicen y piensan; un ejemplo a imitar de los niños es su honestidad y sinceridad, inclusive en ocasiones dicen  sus criterios a los mayores sin pensar si les gusta o no a éstos, lo cual merece todo el respeto de los adultos.

Los mayores deben de recibir con profundo cariño las muestras de afecto y amor de los pequeños, ya que siempre tienen una alta dosis de franqueza. Cuando un niño le dice a sus padres, hermanos o abuelos te quiero, dice la verdad que le sale de lo más profundo de su corazón.

También se deben de copiar sus posibilidades físicas porque los niños son muy flexibles, y esa es una cualidad de grandes beneficios para la salud,  que se debería mantener a través de la realización sistemática de  ejercicios físicos.

Ellos constituyen el mayor tesoro para los padres y las sociedades; cuando un niño te abraza sucede algo mágico e inexplicable, que no te permite describir con palabras el cariño que te profesa. Algo cercano a la verdad  sería  que son completamente sinceros.

¡Que regalo de la vida sería mantener dentro de uno el niño que fuimos años atrás, y que aflorara cuando menos lo esperáramos!, imagínense por un momento que riéramos de forma incontrolable por algo trivial y divertido sin que a nadie le moleste, hacer travesuras, ver la vida como un arcoíris, y sobre todo, ser dueños de toda la ternura y el amor del mundo.

¿Quién duda que la infancia es el mejor tiempo de la vida?

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