Desde niña devoraba estos libros. La Ilíada y La Odisea concebidos por el invidente e inmortal Homero, narran la prolongada guerra troyanos vs. griegos, y el tortuoso regreso a casa del rey Ulises-Odiseo, según se tenga en cuenta, respectivamente.
Estos textos milenarios han llamado la atención de varios cineastas, que sin embargo, en aras de cubrir taquillas, han adulterado casi siempre las anécdotas que nunca necesitaron retoques y perduran aún.
Se reconoce al yugoslavo Bekim Fehmiu, como uno de los actores que mejor representaron al héroe griego con Las aventuras de Ulises, en 1967, para Franco Rossi, en versión que afortunadamente vi y coincido con los que consideraron de las más fieles.
Pero en 1954 Kirk Douglas lo encarnó para Ulises, la que muchos ven como buena película.
El año siguiente se estrena Helena de Troya, desastrosa versión en la que Torin Thatcher incorpora un irónico y despótico rey de Ítaca, quién por supuesto construye con madera del bosque cercano a Troya el caballo engañoso, causante del fin de la sitiada ciudad.
Andrei Konchalovski capta a Armand Assante para protagonizar La Odisea (1977), una súper producción que se calificó de pasable.
Helena de Troya (2003) es una serie de televisión que llevó a Nigel Whitmey como el creador del portador de los guerreros griegos invasores. Dicen que es minuciosa, aunque con algunos toques irrespetuosos.
Y llegamos a Troya, de 2004, que coloca a Ulises-Odiseo como un personaje secundario, interpretado por Sean Bean. Un verdadero bodrio muy costoso, que respetó muy poco.
Me acabo de enterar que el galán español Mario Casas hizo las veces de la figura que nos ocupa dentro del filme El barco, estrenada recientemente.
Allá por los años 70 la TV cubana pasó en vivo por las pantallas la serie del espacio Aventuras Ulises, con Luis Alberto Ramírez al frente del reparto.
Algo después nació mi hijo, que se llama Ulises.