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La chabacanería ¿está de moda?

A veces hay quienes intentan justificar determinadas conductas reprobables sobre la base de infundados estereotipos sociales, como aquel que generaliza como un rasgo de nuestra idiosincrasia el carácter extrovertido, expansivo, hasta el límite de la procacidad, de la llamada chabacanería.

Las personas chabacanas, sin dudas, resaltan muchas veces entre una multitud. Su gestualidad exagerada, su lenguaje soez o violento, su carcajada estentórea, parecería que no tienen otra finalidad que llamar la atención de quienes les rodean.

La chabacanería pudiera ser considerada un subproducto, un efecto colateral, un atributo de lo marginal. Pero la marginalidad como fenómeno social depende de múltiples circunstancias, y no es atribuible solo a la responsabilidad del individuo; aunque tampoco esto le disculpa, porque, de hecho, cuando hay voluntad para conseguirlo, es posible sustraerse a ella incluso en las condiciones de vida más desfavorables.

Siempre ha habido personas muy humildes que también son muy educadas. Como también hay quienes tienen mucho dinero, pero su comportamiento social deja mucho que desear.

Porque la chabacanería tiene mucho de alarde voluntario de esas malas maneras. Con frecuencia resulta casi un performance o actuación para reafirmar códigos o demostrar determinados posicionamientos frente al resto de las personas. Es un poco el exhibicionismo de la mala educación, algo así como presumir de ser desagradable.

Por eso no es posible disculpar ni tolerar la chabacanería. Por eso la mayoría de las veces produce rechazo entre quienes la presencian o soportan. Por eso no podemos permitir que sea una moda o verla como una manifestación de modernidad, de los tiempos que corren, como un daño inevitable.

Muy probablemente hasta podríamos suponer que una persona chabacana sería capaz de tener conciencia de la desmesura en su proyección pública. Lo apreciamos cuando alguien, en ocasiones muy específicas, intenta enmascarar su chabacanería en un contexto donde sabe que no hallará aceptación o porque lo necesita para lograr algún determinado fin.

Pero a veces ya es demasiado tarde para el disimulo. Quien tiene el hábito de lo chabacano, llega el momento en que le cuesta mucho trabajo, casi le es imposible, esconderlo, y esto puede conducir a frustraciones, infelicidad, e incluso violencia.

La chabacanería no es linda, ni cautiva ni seduce, no hace nadie más hombre ni más mujer. Está incluso, añadiría yo, contraindicada para impresionar de modo favorable a otras personas. Quien piensa que así gana, que eso produce alguna atracción, afecto o consideración, que así le verán mejor que a los demás, está en un tremendo error.

¿Está de moda la chabacanería? No lo creo, aunque, lamentablemente, abunde. Porque a la larga o a la corta, quien la padece, pierde.

 (Fuente: Haciendo Radio)

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