Según nos dice el investigador Oscar Luis López en su libro La Radio en Cuba, a partir de la apertura de las salas de cine en Cuba (y fundamentalmente en La Habana) y el desarrollo de la radio, el teatro comenzó una etapa de estancamiento debido a los costos económicos que entrañaba.
El cine, por su parte, alteró los gustos del público. Hizo más familiar el ambiente y los personajes norteamericanos en detrimento del hábito de los cubanos por los giros andaluces y la gracia madrileña como dos de los ingredientes del teatro que se hacía en la Cuba de la segunda mitad del siglo XX.
Todo eso fue consecuencia de la influencia norteamericana que ponía en peligro las tradiciones y nuestros valores culturales.
Para contrarrestar la influencia del cine norteamericano, se trató de combinar ambos géneros en el teatro de la comedia, con una «tanda de cine» combinada con obras cortas en que se presentaba a las actrices Enriqueta Sierra y Pilar Bermúdez con sus elencos, pero los artistas del cine norteamericano seguían desplazando a los artistas cubanos.
Ante la fuerte competencia, un empresario del teatro cubano llamado Manuel Rabanal construyó un pequeño teatro para tratar de salvar una temporada en crisis, pero todo fue inútil; el teatro en Cuba iba a su decadencia.
Fue entonces que la radio se sumó a la competencia ante la fuerte presencia del cine para ofrecerle una nueva plataforma para la continuidad del teatro cubano.
Si ir al cine resultaba más barato que disfrutar de una obra teatral, la radio era gratis; si el cine quedaba más cerca que el teatro, la radio podía estar dentro de las casas.
La llegada masiva de películas norteamericanas a los cines cubanos, reforzó el célebre Bando de la Intervención de 1899 que prohibió tocar los tambores africanos.
Pero los tambores siguieron sonando por la radio: ante la creciente influencia de la cultura norteamericana, la radio cubana llevó a los hogares las melodías de María la O y Rosa la China.
En la radio se escuchaba el danzonete de Paulina Álvarez y la suave cadencia de los danzones de Antonio María Romeu.
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