Por estos días algunas personas recordaban en las redes sociales de Internet que ya hace dos años de la materialización jurídica e inicio de su gestión de las micro, pequeñas y medianas empresas, las ya muy conocidas mipymes.
Quienes durante años hemos seguido los debates económicos en Cuba, recordamos muy bien que esa forma organizativa empresarial estuvo por mucho tiempo entre las propuestas de académicos e investigadores, así como de trabajadores y propietarios del sector privado, comenta para Haciendo Radio el periodista Francisco Rodríguez Cruz.
Su concreción finalmente en un momento económico tan difícil como el que resultó de la pandemia de Covid-19, muestra señales contrastantes después de 24 meses, con aspectos positivos y otros no tanto, que son motivo de intensa polémica.
El balance sobre lo acontecido con las mipymes depende en gran medida de a quién le preguntemos o se pronuncie sobre el tema. Los datos gubernamentales demuestran que ha habido un aumento sostenido de esta forma de gestión, lo cual sin dudas robustece y diversifica el ecosistema empresarial cubano, algo que mucha falta hacía.
En este punto el principal reparo vendría por los señalamientos a la naturaleza fundamentalmente mercantil de un número importante de las mipymes surgidas, en comparación con las expectativas que existían de una vocación más productiva que revitalizara nuestra planta industrial. Pero también habría que criticar y profundizar en las causas por las cuales ese modelo de gestión empresarial de las mipymes no ha tenido la misma aceptación ni ha proliferado, como quizás debería, en el sector estatal.
El nuevo empresariado que dirige las mipymes, en su inmensa mayoría del sector privado, también ha manifestado sus quejas y aspiraciones sobre el marco legislativo rector de su actuación.
A veces lo han hecho con una lógica económica auténtica que busca destrabar mecanismos que en verdad les limitan, pero también en no pocas ocasiones se les percibe más ubicados en su interés de capitalizar ganancias rápidamente que en comprender la complicada realidad de un Estado que además necesita con urgencia captar más recursos para redistribuir socialmente.
Adicionalmente a esas perspectivas muy comprensibles según el punto de vista que se mire el fenómeno, existen también campañas desde el exterior y “ruidos en el sistema” con una marcada intencionalidad política que —como siempre— buscan enrarecer el ambiente, deslegitimar y hacer fracasar cualquier medida económica que adopte el gobierno cubano.
En todo ese maremágnum de percepciones e interpretaciones, lo cierto es que las mipymes han cambiado el panorama del mundo empresarial en Cuba y han demostrado ya potencialidades para su desarrollo futuro, incluso en condiciones tan duras como las que transita nuestra economía. Es preciso, por tanto, propiciar su desenvolvimiento y también conducirlas hacia los caminos de una mayor responsabilidad social con el bienestar colectivo. Soplémosles entonces, sin problema ninguno, sus dos velitas en este segundo cumpleaños, feliz, de las mipymes.