La historia de la radio en Cuba nos cuenta que sus inicios están ligados al desarrollo del teatro.
Las dos últimas décadas del siglo XIX marcan pocos cambios en el panorama teatral: sólo algunos incidentes públicos por las alusiones patrióticas que lanzan desde el escenario algunos artistas criollos durante el curso de la guerra de independencia.
Pero no llega a generarse un modo teatral que demuestre rebeldía, tampoco se produjo una expresión escénica de tendencia libertadora.
Nuestro teatro de fin de siglo, aún en gestación, sigue una línea costumbrista que se conforma con la anécdota y la alusión eventual.
Cuando comienza el período republicano en Cuba, en 1902, la vida teatral se canaliza por dos vertientes: el género vernáculo, que adquiere forma y vitalidad en el teatro Alhambra; y el género convencional que conserva la tradición española sacudida de vez en cuando por los intentos de algunas minorías que buscan un teatro nacional de factura culta.
La frustración republicana se define en la propia Asamblea Constituyente, que establece una Constitución marcada por la Enmienda Platt.
Por eso, el humor se convierte en la válvula de escape con que el pueblo buscó expansión para su trágica realidad.
Como las formas teatrales responden a la tónica social de la época en que se desarrollaron, el teatro Alhambra surge en aquella república de «generales y doctores» para ser reflejo del sentimiento popular.