Durante la madrugada del 22 de junio de 1941, la Alemania Nazi se abalanzó sobre la Unión Soviética, dando comienzo a la Operación Barbaroja, un plan de conquista para expandir el llamado “Espacio Vital”. La Segunda Guerra Mundial entraba así en una nueva fase, dándole al conflicto una dimensión mucho mayor.
Hasta ese momento, la conflagración se desarrollaba únicamente en Europa, pero la invasión alemana a la URSS, sumado luego al ataque japonés sobre la base naval de Estado Unidos en Pearl Harbour y su posterior expansión por el Océano Pacífico, sumió al mundo en una escalada sin precedentes, con consecuencias catastróficas.
De vuelta en la tierra soviética, la ferocidad de los ejércitos alemanes que penetraron las fronteras de ese país provocó miles de muertos, entre civiles y militares, tan solo en las primeras horas. Así ocurrió durante los primeros meses de invasión, en los que el avance de la Wehrmacht paracía indetenible, hasta que se quedaron a las puertas de Moscú.
Sin embargo, la llegada del invierno y sumado al hecho de que el alto mando del Ejército Rojo logró organizar una defensa efectiva, evitó que la capital cayera en manos de los Nazis. Hecho que provocó el retroceso de la maquina de guerra de Adold Hitler, y permitió a los soviéticos rearmarse para continuar la lucha.
Para noviembre de 1942 y con la ciudad de Leningrado sitiada de forma cruel e inhumana, los alemanes lanzaron una ofensiva para capturar la ciudad de Stalingrado, dando lugar a una de las batallas más sangrietas y trascendentales en la historia de la humanidad.
Tras varios meses de intensos combates y con una ciudad prácticamente en ruinas, el Ejército Rojo logró derrotar a los invasores y generar un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial, pues le dio la iniciativa militar hasta el final de la misma.
Hacia 1944, las fuerzas soviéticas recuperaron gran parte del territorio que habían perdido y se desplegaron hacia Europa Central, con el objetivo de liberar los territorios ocupados por el Tercer Reich y avanzar hacia el corazón del nazismo: Berlín.
Con el Ejército Rojo en las calles de la capital alemana, y tras la muerte del dictador Hitler, al alto mando del ejército no le quedó más remedio que ofrecer la rendición incondicional.
La URSS perdió en la Gran Guerra Patria a 20 millones de personas, parte considerable de las cuales fueron civiles, víctimas de los campos de muerte hitlerianos, de la represión fascista de las enfermedades y el hambre y de los bombardeos de la aviación enemiga… Una oscura página de la historia universal, que un 9 de mayo, hace 78 años, llegó a su fin.
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