Toda una vida dedicada al deporte de las bolas y los strikes  
                          Regla, ese pequeño pueblo  ubicado frente a la bahía capitalina, siempre dio muchos peloteros de calibre y  la relación es tan extensa que resultaría imposible mencionarlos en su  totalidad, pero quizá el lector quiera conocer quién fue el primero de ellos. 
                          Durante la segunda década  del pasado siglo, el terreno del Almendares  Park, entonces en la calle Carlos III, resultaba el principal escenario de  los campeonatos invernales.  
                          De aquellos años se  recuerdan los nombres de José de la Caridad Méndez, Adolfo Luque, Armando Marsans,  Rafael Almeida, Cristóbal Torriente, Julián Castillo, Alejandro Oms y muchos  otros. 
                          Miguel Ángel perteneció a  esa gloriosa generación y su comienzo en los trajines beisboleros, luego de  nacer el 24 de septiembre de 1890, tuvo lugar en el propio terruño, aunque de  manera organizada debutó dos décadas más tarde como torpedero del club Azul de  Guanabacoa. 
                          Eran tiempos difíciles y la  situación económica familiar le impuso combinar esta actividad con el trabajo.  A diario transportaba unas 300   libras de pan en la lancha desde el Muelle de Luz para  ganarse varios centavos. De ahí que esa labor y su elevada estatura (1,84 metros) lo  marcaron entre los muchachos como “Pan de flauta”. 
                          Recién cumplidos los 20’ años de edad vistió el  uniforme del Habana y solo usó una vez otro uniforme –club Fé en 1912-. Durante  mucho tiempo alternó las actuaciones detrás del plato con la dirección del  conjunto y en total conquistó 13 gallardetes.  
                          El autor conoció a Miguel  Ángel por la condición de vecino y a menudo conversaba sobre el béisbol, su  tema preferido. En un artículo publicado en la revista Bohemia (15 de octubre  de 1971) recogió las impresiones de este hombre acerca del salto a los planos  estelares en el béisbol de las Grandes Ligas y otros aspectos de interés. 
                          “Quise romper con toda  aquella pobreza. El juego me atraía y en el mes de mayo de 1912 apareció la  oportunidad de viajar a los Estados Unidos con un grupo de jóvenes, uno de  ellos era Adolfo Luque. Finalizada la gira me ofrecieron jugar en el Long  Branch. Ese equipo necesitaba un receptor. Nunca había ocupado tal posición y  tampoco podía desaprovechar la oportunidad. Mi corpulencia física y el potente  brazo, unido a mi voluntad me ayudaron a pasar la prueba. La temporada fue  estupenda, bateé para 333”. 
                          Antes de iniciarse la  campaña de 1914 fue invitado al campo de entrenamiento primaveral de los Rojos  de Cincinnati, donde seis jugadores luchaban por ocupar dos puestos de  receptores suplentes. De nuevo se vio involucrado en otra prueba de fuego y así  lo cuenta: 
“Por aquella época solo  Rafael Almeida y Armando Marsans, quienes fueron firmados por el propio  Cincinnati en 1911 figuraban en las nóminas de las Grandes Ligas. Puedo decir  que la lucha era entre lobos...” 
                          La transferencia al San Luis  (1915-1916) le permitió jugar regular y allí permaneció hasta que lo  “vendieron” a los Gigantes de New York (1920-1924). Una breve estancia de tres  meses en el Saint Paul de la Asociación Americana (AAA), el retorno a los  Cardenales (1924-1926) y la posterior transferencia a los Cachorros de Chicago  (1927-1929) conforman un interesante periplo, redondeado con la participación  ese último año en la   Serie Mundial contra los Atléticos de Filadelfia. 
                          Mike cerró el ciclo como jugador  activo en las Ligas Mayores con los Cardenales y colgó los “spikes” en el  Columbus (AAA), todo en 1933. Los directivos prefirieron mantenerlo en la  organización y lo nombraron “coach”. Precisamente, en esta labor su nombre  acaparó titulares de primera plana en los principales diarios estadounidenses,  luego de que una decsión suya en la línea de tercera dio el triunfo a los  Cardenales sobre los Medias Rojas de Boston en la Serie Mundial de  1946. Y así me lo contó: 
“Estábamos en la parte alta  de la novena entrada, había dos outs, y el choque se encontraba empatado a  tres. Nosotros teníamos embasado en primera base a un corredor muy veloz, Enos  Slaughter. Harry Walker conectó una línea aflaizada entre “left” y “center”.  Slaughter había salido con el batazo y dobló como un bólido por segunda.  
                          La devolución del jardinero  izquierdo Ted Williams al torpedero Joe Pesky fue algo demorada. De inmediato  le hice señas a Enos que siguiera para el plato y debido a la sorpresa el tiro  fue desviado”.  
                          Miguel Ángel, propietario de  los Rojos del Habana, uno de los preferidos   de los fanáticos locales, se convirtió dentro de la Liga Cubana de Béisbol  en el hombre grande, gracias a las estrechas relaciones sostenida con los  propietarios y gerentes de las Ligas Mayores.  
                          Sin embargo, a pesar del  duro golpe económico que para él significó la conclusión de los campeonatos  invernales rentados, en 1961, jamás abandonó el país y rechazó infinidad de  ofertas en tal sentido. 
                          Tampoco estuvo ajeno al  desarrollo de la nueva etapa surgida a partir de la inauguración de la I Serie Nacional (1962) y  ya en l971, después de finalizada la remodelación del estadio Latinoamericano, donde los graderíos  fueron ampliados a 50 mil capacidades, asistió a la reinauguración del  majestuoso parque, con motivo de la XIX Serie Mundial de Béisbol Amateur. 
                          Desde el palco 211, antiguo  sitio de los seguidores de la enseña habanista, Miguel Ángel González exclamó:  “Increíble, maravilloso, nunca imaginé acá en La Habana una concurrencia de  tal envergadura. La edificación es formidable. Tengo entendido que las obras se  realizaron en tiempo récord. Créeme estoy impresionado”. 
                          El desarrollo de los  campeonatos nacionales y la calidad de los jugadores del patio no podía faltar  aquel día en la conversación con el autor. Según confesó Mike, él seguía las incidencias de los campeonatos por la televisión  y llegó a familiarizarse con los nombres de los nuevos ídolos. 
                          “Este asunto de comparar a  los peloteros de distintas épocas es algo bastante generalizado, pero a mi no  me gusta hacerlo, porque cada uno vivió su tiempo. Yo recuerdo las polémicas  acerca de quién era mejor, si José de la Caridad Méndez o  Adolfo Luque. Ahora pasa lo mismo y si no sucediera el béisbol perdería uno de  sus atractivos. 
                          A mi juicio la pelota  amateur cubana ganó mucho con la celebración de campeonatos largos, porque los  jugadores tienen mayores posibilidades para desarrollarse y adquirir suficiente  experiencia.  
                          La preparación física  también juega un importante papel, igual que la técnica. En esos dos factores  me apoyo para afirmar que los peloteros del presente se desarrollan más rápido  que antes. 
                          Cuba tiene peloteros  buenísimos y ello justifica los éxitos en los torneos de envergadura. Esa  combinación alrededor de la segunda base que forman Félix Isasi y Rodolfo  Puente es formidable y de los lanzadores ni hablar.  
                          También he leído sobre los  equipos amateur de los Estados Unidos, los cuales tienen buena técnica y  fortaleza física, pero los de Cuba los superan en calidad, cohesión y  combatividad”. 
                          Miguel Ángel González dedicó  su vida al deporte de las bolas y los strikes y por coincidencia el día de su  sepelio –20 de febrero de 1977- en la ciudad de Matanzas quedó inaugurado el  parque Victoria de Girón con la  apertura de la III Serie  Selectiva y también fue utilizado por primera vez en Cuba el bate de aluminio. 
                          Nota del autor: El bate de aluminio dejó de utilizarse en las series nacionales en la  temporada 1999-2000. 
                          
                            
                              ACTUACIONES DE MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ  | 
                               
                            
                              LIGA CUBANA DE BÉISBOL PROFESIONAL  | 
                             
                            
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                              1910-1936  | 
                              893  | 
                              1679  | 
                              487  | 
                              55  | 
                              20  | 
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                              GRANDES LIGAS  | 
                               
                            
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                              2829  | 
                              283  | 
                              717  | 
                              123  | 
                              19  | 
                              13  | 
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                              231  | 
                              198  | 
                              253  | 
                             
                                                     
                          
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