Como casi siempre ocurre a la hora de mencionar la paternidad de  cualquier deporte, los criterios son diversos y la llegada del deporte de las  bolas y los strikes al territorio cubano no escapa a esa realidad.  
                          Así, la búsqueda de datos en diversos archivos refiere la presencia  simultánea en diversas localidades del país, entre ellas Matanzas, Caibarién y  Remedios. 
                          Sin embargo, aunque nunca fue mencionada una fecha exacta, los  investigadores mejor documentados, cuando escribieron acerca de los pioneros en  conocer tal actividad competitiva, prefirieron señalar a los matanceros, a  mediados del siglo XIX.  
                          Ellos indicaron que los trabajadores portuarios en la bahía de Matanzas,  a unos 100 kilómetros  al Este de La Habana, y los tripulantes de varios cargueros estadounidenses  establecieron los primeros contactos.  
                          Aclararemos que durante el período de tiempo señalado existía un notable  comercio entre Cuba y los Estados Unidos, derivado de la autorización  solicitada en 1795 por el síndico procurador José Tomás González para permitir  la entrada en el puerto de Matanzas de cualquier tipo de barco procedente de  diversos puntos de la costa atlántica norteamericana. 
                          La creciente relación marítima motivó una significativa afluencia de  ciudadanos estadounidenses, quienes sumados a los ingleses y franceses, también  llegados por esa época, contribuyeron a la rápida formación de una heterogénea  colonia extranjera dentro de la sociedad matancera. 
                          Tampoco debemos pasar por alto que durante la etapa relatada, en la  década comprendida entre los años 1860 y 1869, la estructura colonial española  atravesaba por la más profunda crisis de descomposición económica y social.  
                            Estas razones posibilitaron que Estados Unidos se convirtiera en futuro  mercado de intercambios comerciales. 
                          A simple vista podemos apreciar que la cercanía geográfica jugó un  importante papel a la hora de buscar elementos convincentes, en lo referente a  cómo los cubanos fueron los primeros en conocer el béisbol fuera de sus  fronteras originales. 
                          Otros documentos pertenecientes al Fondo de Deportes del Archivo  Histórico Provincial de Matanzas, fechados en 1847, recogen la orden de  prohibición para jugar con cualquier tipo de pelota en las calles y otros  puntos de tránsito público, bajo la pena de perder la pelota, ya que la misma  dañaba los faroles del alumbrado.  
                          Aunque los datos conservados resultan insuficientes, la mención del tema  puede enlazarse con elementos posteriores y, con toda seguridad, será posible  fijar un riguroso orden cronológico. 
                          Recién comenzados los años 70, la situación política en la región  oriental estaba matizada por el estallido de la Guerra de Independencia (10 de  Octubre de 1868), proclamada por el hacendado y patriota bayamés Carlos Manuel  de Céspedes. 
                          Mientras tanto, en la Capital cada día crecía la ferocidad de las  huestes voluntarias españolas contra los estudiantes, la cual culminó en el trágico  episodio del fusilamiento de ocho alumnos de Medicina (27 de Noviembre de  1871).  
                          A partir de ese momento, numerosas familias con recursos económicos  decidieron enviar a sus hijos a cursar estudios en universidades extranjeras,  principalmente las estadounidenses y francesas. 
                          Desde hacía años el béisbol era practicado en algunos centros de  estudios de los Estados Unidos y allí lo conocieron los hermanos Carlos y  Teodoro Zaldo, Nemesio Guilló y Francisco Saavedra, entre otros. 
                          En el verano de 1873, al regresar de vacaciones, algunos trajeron, junto  a los libros, implementos propios del novedoso juego, cuya acción atraía la  atención en  varias regiones del país  norteño. 
                          Así lo conocieron numerosos amigos en la barriada habanera del Vedado, a  pesar del sano interés motivador, surgieron innumerables dificultades, porque  la torpeza de los guardianes españoles llegó a considerarlos artefactos bélicos  disfrazados.  
                          Poco tiempo después de iniciarse aquellas prácticas semiclandestinas,  los habaneros se pusieron en contacto con los peloteros de Matanzas y quedó  fijada la celebración de un encuentro en la región yumurina para los días  finales de 1874. 
                          La fecha de ese partido beisbolero, celebrado el 27 de diciembre del año  citado, en un improvisado terreno de la llanura matancera Palmar de Junco,  aparece recogida como la  del inicio del  juego en Cuba y también como el primer deporte practicado por sus habitantes.  
                          Las causas de esta decisión encontraron su justificación en que por  primera vez dos novenas debidamente organizadas acordaron realizar un desafío.  Los detalles principales los recogió una crónica publicada en el periódico El  Artista, 31 de diciembre de 1874. 
                          CRÓNICA DEL JUEGO
                          (Publicada en el diario capitalino El Artista, 31 de  diciembre de 1874) 
                          El domingo 27, según anunciamos a nuestros favorecedores, tuvo efecto el  desafío entre los clubes de juego de pelota Matanzas y La Habana. 
                          Reunidos en el lugar conocido por Palmar de Junco, en el barrio de  Pueblo Nuevo (Matanzas), se procedió a echar suerte al que debía tocar in;  cúpole al de Matanzas, por lo que el club habanero pasó a ocupar su puesto  respectivo, dándose enseguida la voz de play por el umpire (a la una menos  cuarto). 
                          Jugados las primeras entradas, el match parecía igual, pues no se hicieron  más que dos corridas por ambas partes. 
                          En el primer inning del Habana tuvo lugar una seria discusión motivada  por la manera de lanzar la pelota del pitcher del Matanzas, que en vez de to  pitch, que es como está previsto, se permitió el lujo de throw the ball, que  está prohibido. 
                          Pidióse en el acto reclamación al umpire y éste declaró que en justicia  no era válido el modo de arrojar la pelota que usaba el pitcher matancero pero  como éste no fuera reemplazado, creyendo aquel club llevar en ello gran ventaja,  se determinó que ambas partes hicieran uso de igual privilegio. 
                          Sin embargo, la suerte estaba echada: el Habana logró con esa innovación  gran  ventaja, pues la fuerza de su  pitcher R. Mora, cuyo throwing era tan rápido y tanta la ligereza que su catcher  (mister Bellán del Mutual Club de Nueva York) apenas permitía al batmen  matancero distinguir la pelota.  
                          He aquí por qué en 7 innings que se jugaron, los del Matanzas Club no  hicieron sino nueve corridas, mientras que el Habana, en igual número de innings  le hizo tres skuns y 51 corridas, ganándoles, por lo tanto por 42 corridas. 
                          Con motivo de no haberse preparado convenientemente el terreno, el  umpire no pudo funcionar con el acierto que era de esperar, mereciendo, sin  embargo, un voto de gracia por la solicitud y el buen deseo que dio prueba. 
                          Una concurrencia numerosa presenció el acto, que por la novedad llamó la  atención. Gustó mucho también el sencillo y apropiado uniforme del Habana. 
  Merecieron especial distinción Bellán y Mora; el primero hizo tres home  runs y el segundo uno.  
                          El  juego terminó a las 5 y 35 minutos de la tarde, hora en que la oscuridad no permitía  continuar.  |