Las mujeres practican el deporte de las bolas y los strikes hace más de un siglo 
                          A cada rato  escuchamos o leemos comentarios especializados que refieren la celebración de  competencia de esta disciplina en diferentes puntos e incluso la propia  Federación Internacional de Béisbol (IBA, sigla en inglés) reconoce el interés  de la féminas. 
                          En Cuba las damas  celebraron juegos esporádicos en distintos lugares, precisamente en la llamada)  recibían enormes concurrencias. 
                          Entonces, las  muchachas hicieron pininos en la antigua Plaza del Vapor, exactamente en las  esquinas habaneras de Reina, Galiano, Águila y Dragones y en otros terrenos  capitalinos, aunque sin tratarse de campeonatos con equipos organizados.  
                          Quizá la que mayor  realce recibió era una joven, a la cual todos apodaban Viyaya, quién sabe porqué. Cuentan quienes la vieron jugar en la  inicial y en los jardines que se trataba de un verdadero fenómeno, pero nada  más… 
  La búsqueda de datos capaces  de ofrecer los orígenes de las mujeres en los juegos de pelota llevó al  redactor hasta mediados del siglo XIX, exactamente en 1866, apenas dos décadas  después de reglamentada la disciplina por el estadounidense Alexander  Cartwright, en Nueva York. 
                          Entonces, relatan los  historiadores, las primeras jugadoras fueron las estudiantes del colegio Vassar  y la inmensa mayoría lo hizo por simple embullo, según recordara varios años  después la alumna Sophia Richardson. 
“En el Vassar  existieron hasta siete clubes y aunque el público recibió sobresalto aquella práctica,  la ubicación de los terrenos del centro permitieron protegernos, gracias a las  frondosas arboledas.  
                          Algunos años después,  la alumna Minnie Stephens, perteneciente al curso de 1883 del Smith Collage,  describió una interesante faceta relacionada con la vestimenta y así los  expuso: “Cuando las bateadoras conectaban las pelotas hacia donde estaban sus  oponentes, las defensoras se las arreglaban para capturarla y olvidaban los  rígidos cierres acerados de los corsets”.  
                          Sin embargo, el  béisbol femenino rebasó los terrenos de juegos en las escuelas y para 1875,  tres empresarios de Illinois decidieron formar un equipo, cuya intención  consistía en sacar buena tajada financiera a la novedad. 
                          El día 11 de  septiembre del propio año, los clubes Blondes y Brúnettes jugaron el primer  juego entre mujeres, en el cual se cobró al entrada y el aparente éxito motivó  fundar la liga Young Ladies Baseball Club, en la ciudad de Filadelfia (1883). 
                          Confiados en darle un  poco de mayor realce acordaron incorporar dos hombres en cada conjunto y de esa  forma participaron 16 muchachas, con bastante aceptación del público asistente  en una suerte de torneo semiprofesional. 
                          La idea de celebrar  encuentros de equipos mixtos se mantuvo durante más de 20 años y para el 7 de  agosto de 1903, un suelto periodístico publicado en el Boston Herald destacaba: 
“Los equipos estaban  compuestos por jóvenes damas vestidas de blanco y los hombres lo hacían con  ropas de paño de igual color”. 
                          Un año después en  Flat Rock, Indiana, varias mujeres organizaros par de selecciones, en las  cuales alinearon por una parte las casadas y en la otra las solteras, detalles  que a todas luces buscaban atraer público a los graderíos. 
  Pasado algún tiempo  apareció en Rhode Island, la joven Elizabeth Murphy, también conocida como Lizzie, verdadero fenómeno, hasta el  punto de desempeñarse en diversas ligas, incluidas las de hombres, entre 1915 y  1935. 
                          La presencia de Lizzie, en la entonces denominada Legión  Americana, provocó numerosas protestas y el asunto llegó hasta el juez Kenesaw  Landis, a la sazón Comisionado de las Grandes Ligas, quien determinó excluirla  del campeonato por considerar que violaba las reglas establecidas, acerca de no  permitir las presencia de mujeres en torneos profesionales. 
                          Numerosos historiadores  estadounidenses coinciden al señalar la fecha del 2 de abril de 1931 como algo  verdaderamente excepcional, pues ese día Jackie Mitchel, en desafío de  exhibición contra los Yankees de New York ponchó de manera sucesiva a George Bebe Ruth y Lou Gehrig, tercero y  cuartos en la alineación de los Mulos de  Manhattam. 
                          A pesar de todos los  sinsabores y disgustos derivados de la prohibición de jugar en los equipos de  hombres, hacia 1943 surgió la Liga Femenina, consecuencia directa de la falta  de buenos espectáculos beisboleros debido a la II Guerra Mundial. 
                          Phillip K. Wrigley,  propietario de los Cachorros de Chicago, pertenecientes a la Liga Nacional,  decidió formar un circuito con muchachas jugadoras de softbol, pero la  aceptación cobró tal magnitud que en menos de un año fueron modificadas las  reglas y se transformó en la Liga Profesional de Béisbol Femenino de América. 
                          La nueva organización  incluyó cuatro clubes, Rockford de Illinois, South Bend de Indiana, Racine de  Wiscosin y Kenosha Comets, del propio estado. 
                          En 11 años de  existencia, la entidad deportiva permitió ver en acción a más de 1 200 damas,  procedentes de centros estudiantiles y de numerosas ciudades, todas  interesantes en mostrar habilidades en los diamantes beisboleros. 
                          La cifra de asistentes  en 1948 sobrepasó el millón de personas, aunque la cifra de seleccionados  participantes aumentó a diez A manera de interesante detalle, cabe destacar que  en nueve juegos de exhibición celebrados en Puerto Rico, los organizadores  revelaron el paso por los torniquetes de unos 100 fanáticos. 
                          A mediados de la  década de 1950, las Ligas Mayores con sus transmisiones televisivas en directo  desde diferentes parque del país restó gran popularidad al quehacer de las  jóvenes. 
                          Dentro del creciente  olvido, el tiempo avanzó hacia los finales de la pasada centuria y el nombre de  una dama tomó altos vuelos, cuando la norteamericana Pamela Postema, ocupó los  cintillos en las páginas deportivas, en los primeros días del mes de abril de  1988. 
                          Entonces, ella con 11  años de graduada en la escuela de árbitros de La Florida, cobró fama al  conocerse la decisión de Bert Giamatti, presidente de la Liga Nacional, al  prohibir su posible incursión como impartidota de justicia en el llamado juego para hombres. 
                          Llovieron las reclamaciones  en los diferentes medios públicos, hasta llegar a la justicia y nada prosperó.  Tal razón llevó a la joven a desempeñarse en el nivel de AAA y en los  certámenes profesionales de Colombia y Puerto Rico. 
                          A propósito de la  mencionada referencia, puedo contarles que Pamela no fue la primera en intentar  quebrar la barrera discriminatoria, porque en 1972, Bernice Gera, ama de casa  de 40 años de edad, trabajó en la New York-Penn League, clase A, exactamente el  24 de junio, en un primer y único choque a cargo de los clubes Auburn Phillies  y Rangers de Geneva. 
                          En fecha reciente, el  béisbol cubano abrió de par en par las puertas a la joven capitalina Yanet  Moreno, luego de debutar en un juego de la XLVI Serie Nacional, entre Villa Clara  Y Matanzas, celebrado el 5 de diciembre de 2006, en el estadio Augusto César  Sandino. 
                          Yanet, una bella  mulata de 32 años de edad, tenía acumulada una interesante experiencia en las  filas escolares y el softbol de mayores. Quienes la vimos desempeñarse a lo  largo del campeonato, así como los encargados de evaluar su labor profesional,  tuvimos la oportunidad de concederle una calificación de excelente. 
                          Interrogada sobre la  nueva experiencia en el máximo nivel de la pelota cubana, ella siente un gran  agradecimiento por los jugadores y el público en los diversos parques del país. 
                          “Todos fueron muy  amables y hasta cariñosos, el respeto mutuo es la clave para salir adelante.  Tampoco descuido el estudio, elemento bien importante para reafirmar la  confianza…” 
                          ¿Qué sucedería en el  caso de recibir un piropo? 
  Yanet sonríe, ya que  no esperaba la interrogante. 
                          “Sencillamente lo  recibiría con buen ánimo, aunque espero que nunca suceda”. 
                           
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