La calidad y el respeto fueron sus armas claves para impartir justicia dentro de los diamantes
La historia del béisbol cubano nació oficialmente el 27 de diciembre de 1874, al celebrarse en el terreno denominado Palmar de Junco, perteneciente al matancero barrio Pueblo Nuevo de San Juan, un desafío entre los visitantes del Habana Baseball Club y los defensores del Matanzas Baseball Club, con resultado favorable a los habaneros 51 corridas por 9.
Desde entonces, el pasatiempo nacional cuenta infinidad de hechos, los cuales están recogidos en los libros como asombrosas marcas. Sin embargo, aunque nadie podría precisar la totalidad de los partidos jugados, la inmensa mayoría de los especialistas e investigadores coinciden al definir dos etapas significativas.
La primera corresponde a la alborada del siglo XX y se extendió unas tres décadas, en las cuales el denominador común fue la rivalidad de los partidarios de la enseña roja habanista, quienes buscaban las victorias a toda costa, y los devotos fanáticos del banderín azul almendarista, los que nunca aceptaron otras posibilidades de alegrías.
Los cintillos de las páginas deportivas destacaron las actuaciones de los lanzadores José de la Caridad Méndez, El Diamante negro, Adolfo Luque o Eustaquio Bombín Pedroso y los descomunales batazos del zurdo Critóbal Torriente, entre otros; pero de igual forma reflejaron a menudo los incidentes en el Almendares Park, principal escenario capitalino, donde en ocasiones los agredidos fueron los umpires actuantes.
En medio de aquella tormenta de injustificado fanatismo, extendida más tarde a los graderíos del estadio La Tropical, cuyo punto de partida siempre tuvo a los directores que no aceptaban las decisiones adversas o jugadores con objeciones altaneras para los conteos, surgió la figura de Amado Maestri al inaugurarse el campeonato profesional 1936-1937 (17 de octubre), fecha en la que llevó la voz cantante detrás del plato en cerrado choque ganado por el Marianao 2 x 1 al Almendares.
Tras concluir la campaña invernal, la casi totalidad de los cronistas deportivos reconocieron el formidable desempeño del debutante e incluso señalaron que abrió un nuevo paréntesis en dichos certámenes, pues puso fin a las protestas absurdas, las alteraciones perjudiciales y los estallidos de cólera en las tribunas.
Para ellos, Maestri imprimió a su labor de magistrado una dignidad ejemplar, aunque tampoco exenta de equivocaciones como humano al fin.
Roberto Amado Maestri Menéndez, oriundo del habanero pueblo de Regla –8 de diciembre de l909-, comenzó en los trajines beisboleros en la posición de receptor del equipo Cubanaleco, representativo del sector eléctrico en los torneos de la Unión Atlética Amateur. Según los criterios de los que lo vieron jugar no fue nada notable y si algo pudo exhibir era el temperamento agresivo.
Después de participar en la huelga obrera de 1935 perdió el empleo en la empresa eléctrica de factura yanqui y colgó los arreos como jugador activo para calzar los de árbitro ese mismo año en el certamen de la Unión Atlética. De ahí pasó al torneo inter-regimientos del Ejército hasta firmar contrato con la Liga Cubana de Béisbol Profesional.
Cierta tarde, mientras los conjuntos Habana y Almendares escenificaban un reñido encuentro en el estadio La Tropical, Amado escuchaba la insistente mofa de un popular pelotero almendarista. Apenas corría la parte alta del tercer episodio, cuando detuvo el partido y se dirigió hacia el dogout. Llamó con nombre y apellido al jugador de marras y sin darle oportunidad a pronunciar palabra alguna le dijo: “Hace un buen rato lo estoy escuchando decir cosas incorrectas. Recuerde que los que están en las graderías no pagaron por presenciar que yo lo expulsé, sino que vinieron a verlo conectar un gran batazo”.
Con la certera acción hirió directamente el amor propio del individuo y demostró el profundo dominio de sí mismo que debe tener un árbitro.
Poco menos de un año después, Amado Maestri viajó al extranjero contratado por la Liga Mexicana y allí protagonizó otro hecho sin precedentes en los anales beisboleros del país.
El domingo 2 de junio de 1946, durante un desafío entre los conjuntos México y Veracruz, celebrado en el parque Delta de la Capital, el umpire cubano Amado Maestri expulsó del juego al estadounidense Mickey Owens, catcher-manager del México, porque éste protestó en forma descompuesta una decisión en el home.
Una concurrencia superior a las 30 mil personas observó que el magnate Jorge Pasquel, dueño del club México y presidente de la Liga, abandonó su palco y bajo al terreno con la intención de reprender al juez...
En un país extraño, frente a un millonario de facultades ilimitadas, quizá otro hubiese tratado de contemporizar, para evitar lo que de otra manera sería inevitable. Amado Maestri no pensó en nada de eso y puso por encima de todo la dignidad del árbitro.
Encarándose a Pasquel lo expulsó con plena conciencia de que el acto le significaba la pérdida del trabajo. “Yo me voy de la Liga y de México después del juego –le dijo en tono enérgico-, pero usted se va ahora mismo del terreno.
Al día siguiente acudió a las oficinas de la Liga a cobrar sus honorarios y regresó a Cuba. Cabe señalar que en el quehacer diario siempre luchó a sus compañeros en los conflictos laborales surgidos en la Compañía de Electricidad y mantuvo una postura vertical frente a la tiranía batistiana, tras producirse el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
También en la pelota cubana fue el actor directo de un hecho de trascendental valentía. Esta vez sucedió en el Nuevo Stadium del Cerro, el 23 de noviembre de 1952, oportunidad en la que un nutrido grupo de estudiantes universitarios, encabezados por José Antonio Echeverría, se lanzó al terreno portando una gigantesca tela que exhortaba al pueblo a un acto convocado para la Universidad el 27 de noviembre.
Casi de inmediato, numerosos chacales de la policía intentaron reprimir a los valientes jóvenes con brutales golpizas. Maestri volvió a poner a prueba el excepcional coraje y al interponerse impidió que se consumara el cruel propósito.
Finalizada la contienda profesional el 7 de febrero de 1961, la creación del INDER brindó la oportunidad de llevar adelante una nueva estructura en los campeonatos beisboleros con jugadores aficionados procedentes de las seis provincias. Primero quedó organizado el campeonato regional, franco preámbulo a la I Serie Nacional, inaugurada el 14 de enero de 1962, con la participación de los equipos Habana, Occidentales, Azucareros y Orientales.
Ese día, Maestri (home), Rafael de la Paz (primera base), Francisco Fernández Cortón (segunda) y Enrique Roger García (tercera) formaron la cuarteta encargada de impartir justicia y, al propio tiempo, se convirtieron en los pioneros del desarrollo posterior del arbitraje cubano.
A la edad de 53 años, lo sorprendió la muerte, 22 de septiembre de 1963, víctima de un infarto cardíaco. La desaparición física de Maestri deparó al béisbol la pérdida de un excelente juez y a Cuba la de un ejemplar ciudadano.
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