Siempre escuché decir muchas veces la vida depara cosas capaz de  imaginar, ahora puedo señalar lo sucedido en el campo de juego a uno de los  peloteros más carismáticos en el béisbol de casa en cualquier tiempo, hablo de  Agustín Marquetti Moinelo. 
                          Desde  niño siempre soñó con jugar en el parque de la barriada del Cerro y nunca  olvidará la fría noche del mes de diciembre de 1955, cuando sin cumplir los  diez años de edad visitó por primera vez el Coloso y quedó impactado por todo  lo que allí vio. 
                          Al día  siguiente, sus condiscípulos conocieron con lujos de detalles las vivencias del  pequeño y tal idea llegó a convertirse en una constante a lo largo de la niñez. 
                               
                              Aspiraba  a vestir el uniforme del club Habana, el equipo de sus simpatías, subir al  montículo y abanicar a por lo menos 15 bateadores enemigos, como en la  temporada de referencia hiciera el también zurdo estadounidense Wilmer Vinagre  Mizell frente a los Alacranes del Almendares. 
                          Par de  años después del triunfo revolucionario del 1 de Enero de 1959, la liga  invernal pasó a mejor vida, pero las nobles aspiraciones de Marquetti y muchos  otros jóvenes cobraron fuerza de realidad… 
                          En lo  adelante, a partir del 14 de enero de 1962, fecha exacta de la inauguración de la I Serie Nacional, nuevos  nombres de equipos y atletas ocuparon espacios prominentes en los medios. 
                          Agustín  cumpliría 15 años, pero la primera experiencia de envergadura no fue en el  ahora rebautizado estadio Latinoamericano, sino en las arenas de Playa Girón,  donde vestido de miliciano y armado hasta los dientes enfrentó la invasión  mercenaria como combatiente en una compañía de infantería. 
                          Los  primeros pasos pudo darlos con el uniforme del seleccionado Habana en el  campeonato nacional juvenil de 1964 y allí realizó, bate en manos, méritos  suficientes para integrar la escuadra cubana de la categoría que asistió al  certamen mundialista celebrado en varias ciudades de Canadá. 
                          El debut  en la pelota grande ocurrió un año más tarde y en la condición de favorecido  por la fortuna entró por la puerta grande, pues defendió los colores de  Industriales (1965-1966), entonces bajo la batuta de Ramón Carneado, quien buscaba  el cuarto gallardete consecutivo. 
                          -Imagínate  cuanto significó para mí aparecer junto a Pedro Chávez, mi ídolo de siempre,  Urbano, Tony González, Jorge Trigoura y otros muchos consagrados. 
  Yo  procedía de la llamada segunda categoría y me incorporaron a los azules dos o  tres semanas después de comenzado el campeonato. La primera presentación en el  Latino la hice en el jardín derecho, porque tenía buen brazo y me desplazaba  bastante bien. Por supuesto, el dueño de la inicial era Chávez, así que ni hablar”. 
                          Cuando le  menciono a Marquetti aquel infeliz momento en que conectó hit decisivo para  decidir en el noveno episodio con las bases llenas y dos outs en el pizarrón. 
                          -Compadre,  para qué hablar de eso. Era mi primer año y recibí la oportunidad más grande  del mundo. Allí pagué la novatada, porque no pisé la primera almohadilla y en  el jardín central de Occidentales estaba Ángel El Jabao Suárez. 
                          Mientras  todos festejábamos el triunfo, salvo Ramón Carneado, con cara de pocos amigos,  El Jabao llegó a la almohadilla y reclamó que yo no había pisado. El árbitro  Roger García cantó el out y aquello fue un verdadero cubo de agua fría, a pesar  de que en la oncena entrada ganamos el juego”. 
                          Sin  embargo, de villano llegaste a héroe en varias ocasiones, sobre todo en dos  oportunidades históricas, aunque en escenarios diferentes. 
                          -Bueno,  así es la vida. El primero de esos memorables batazos lo conecté también el  final de noveno, con el juego empatado, y derrotamos a Estados Unidos para  ganar el título en Managua (1972). Pasados casi 15 años, casi a punto del  retiro, discutíamos el campeonato Industriales y Vegueros. 
                          Eso fue  en la XXV Serie  Nacional (1985-1986) y la dirección de los pinareños mandó a la lomita a  Rogelio García. El hombre llegó al noveno tirando chícharos por no decir  aspirinas. Me tiró un buen lanzamiento de tenedor, de los que rompen hacia  abajo y golpeé la pelota para sacarla del parque. 
                          ¿En ambas ocasiones pisaste el  plato…? 
                          -Ah,  seguimos en las mismas. En Managua la cosa fue muy fácil. Acá el público apenas  me dejó recorrer las bases y creo que no podría asegurarte que hice. A  propósito, quiero mencionar la caballerosidad del torpedero Giraldo González,  quien al pasar juntó a él me extendió la mano en señal de felicitación. 
                          Agustín Marquetti sentó cátedra a  lo largo de 22 años y sus números dentro y fuera de casa lo reafirmaron entre  los mejores bateadores del béisbol amateur. ¿Qué piensas al respecto? 
                          -Yo me  entregaba mucho y el sacrificio de tanto tiempo pude recuperarlo con  satisfacciones. El respaldo del público, capaz de apoyarme en cualquier  circunstancia es algo que se agradece. También la familia juega un importante  papel. Lo más difícil es cuando debes decir adiós y lo hice arriba. 
                          ¿Objetivo incumplido? 
                          -Si te  fijas bien en los números, me faltaron 65 para alcanzar los dos mil hits. El  resto no importa, porque la pelota fue y sigue siendo mi gran pasión, aún desde  la condición de jubilado. A veces la nostalgia me lleva al Latinoamericano o  doy vueltas por la   Academia Provincial en la Ciudad Deportiva. 
                          El  toletero, el miliciano Marquetti o simplemente el número 40 fueron algunos de  los calificativos recibidos en la totalidad de los estadios del país, admirado  por el respetable público de cualquier rincón. 
                          Luego de  intercambiar opiniones durante muchos años, el redactor prefiere dejar sentado  que a punto de cumplir su interlocutor seis infatigables décadas de existencia,  lo despedirá como Don Agustín. 
                          
                            
                              ACTUACIÓN DE  AGUSTÍN MARQUETTI EN SERIES NACIONALES  | 
                               
                            
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