Definitivamente, la selección nacional cubana debutó en la primera fecha contra Panamá como parte del programa de juegos calendariados en el Grupo C,cuya sede será el estadio Hiram Bithorn, en San Juan. Allí junto a los planteles de Panamá, Holanda y los anfitriones boricuas buscarán los boletos clasificatorios para la siguiente ronda.

La composición de las restantes llaves para completar los 16 conjuntos participantes es la siguiente:
GRUPO A: Japón, Corea del Sur, Taipei y República Popular de China.
GRUPO B: Estados Unidos, Canadá, México y Sudáfrica.
GRUPO D: República Dominicana, Venezuela, Australia e Italia.
Desde mediados del pasado año 2005, los medios periodísticos dieron a conocer la primera noticia y el tema acaparó la atención, además de los países convocados, en otros donde el deporte de las bolas y los strikes constituye una verdadera pasión nacional.

Sin embargo, la iniciativa perteneciente a la organización de las Grandes Ligas en los Estados Unidos (MLB, siglas en inglés), con respaldo del Sindicato de Jugadores y la Federación Internacional de Béisbol (IBAF), al principio afrontó la negativa del Departamento del Tesoro, muy interesado en impedir la asistencia cubana, tras llevar una vez más sus medidas imperiales al escenario deportivo y pretextar que Cuba no podía recibir ningún tipo de los supuestos beneficios económicos derivados de la lid.

De inmediato, la Federación Cubana de Béisbol respondió que cedería cualquier compensación o estímulo monetario a los damnificados como consecuencia del huracán Kathrina en el territorio norteamericano de Nueva Orleans y tal decisión, unida al solidario respaldo de diversas organizaciones deportivas, en especial de los organizadores puertorriqueños, dieron jaque mate al inoportuno dictado de Washington.

La posibilidad de medir fuerzas ante algunos seleccionados con nóminas cuajadas por los mejores profesionales nativos resultaba interesante y convertía el certamen en provechoso reto competitivo. Esas dos razones aumentaron la atracción de los seguidores del pasatiempo, acá en casa o fuera de ella, y las diversas opiniones acerca de los posibles vencedores inundan hasta hoy el panorama.

Aunque hace 45 años justos, Cuba salió de los circuitos beisboleros profesionales, la interminable relación de triunfos en la arena internacional amateur hace rato la convirtieron en sólida potencia. De manera unánime, los organizadores de la justa reconocieron que el I Clásico no podía celebrarse sin nuestros mejores peloteros.

El béisbol es pródigo en datos estadísticos que fundamentan análisis, vaticinios y definen los lideratos individuales o colectivos. Por consiguiente, las comparaciones entre profesionales y aficionados ahora no reflejan realidades para determinar a los posibles favoritos e incluso en la línea de los primeros existen categorías avaladoras de rendimientos: ligas mayores y ligas menores.

Entonces, una vez más se impone la máxima que sentencia: "El terreno dice la última palabra". Estados Unidos y Japón desarrollan desde hace décadas competencias del máximo nivel y jugadores de las dos naciones integraron las nóminas en los respectivos campeonatos al comenzar o concluir sus carreras.

En la región caribeña, México, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela, desarrollan buenos torneos con peloteros profesionales, quienes desde la adolescencia firman contratos con las distintas organizaciones, pero solo una minoría de talentos destacados materializa tan ambiciosos sueños.

La situación en el Viejo Continente toma como referencia la participación italiana en los campeonatos mundiales a partir de 1972, en Managua, Nicaragua. Con posterioridad, los holandeses se incorporaron a dichas citas y ambos países fueron sedes: Italia (1978, 1988 y 1998) y Holanda (1986 y 2005). Los sudafricanos presentan una historia más reciente al debutar, precisamente el pasado año en los diamantes holandeses, y finalizar en el último escalón de la tabla de posiciones, mientras los australianos llegarán con buenas cartas credenciales como conquistadores de la medalla de plata en el compromiso olímpico de Atenas, Grecia (2004).