Si de temas deportivos se trata, la admiración crece al rememorar la cantidad de peloteros dominicanos que desde los años iniciales de la década de 1960 tomaron por asalto las Grandes Ligas.      

Ese progresivo crecimiento exhibe en la actualidad cifras notables y el territorio aparece como el de mayor aporte de talentos en las distintas escalas del béisbol organizado.

El primero pelotero quisqueyano que vistió el uniforme de un equipo de las Grandes Ligas fue el antesalista Osvaldo Virgil Pacheco, “Ossie”, quien en la temporada de 1956 debutó con los Gigantes de Nueva York y se mantuvo dentro de la élite hasta 1969.

Otro de los grandes es el serpentinero Juan Marichal, seleccionado miembro del Salón de la Fama de Cooperstown (1983), luego de registrar a lo largo de 16 campañas con los propios Gigantes (1960-1973), Boston (1974) y Los Ángeles (1975) actuaciones que le permitieron alcanzar 243 éxitos frente a 142 derrotas.

Desde el ingreso de Osvaldo Virgil (padre) hasta el presente resultaría interminable reseñar con una cifra exacta la cantidad de peloteros dominicanos presentes en las ligas mayores en un período de tiempo que sobrepasa el medio siglo.

La observación de un mapa beisbolero del país ofrece con dimensiones de gran urbe a la pequeña localidad de San Pedro de Macorís, ubicada a 75 kilómetros aproximadamente de la capital Santo Domingo.

De acuerdo al criterio del periodista e historiador dominicano Héctor J. Cruz, la llamada pelota americana llegó a ese país (1891) por intermedio de los hermanos cubanos Ignacio y Ubaldo Alomá, quienes rápidamente llamaron la atención de numerosos jóvenes locales, aunque no fue hasta la alborada del siglo XX, justo en 1904, cuando el entonces presidente de la nación general C. T. Morales Languaso solicitó al gobierno de los Estados Unidos que asumiera el protectorado y control de los ingresos fiscales.

Tal situación provocó la forzada presencia de tropas estadounidenses y ellos provocaron que muy pronto los habitantes de Santo Domingo comenzaran a mostrar especial interés por el juego y ese entusiasmo se extendió a diversos lugares del país.

Otros historiadores prefieren considerar como punto decisivo la primera intervención del Cuerpo de “Marines” en Quisqueya, llevada a cabo en 1916.

En tal sentido, la segunda versión parece más acertada, pues el juego alcanzó dimensiones de fervor popular, mientras que lo sucedido en principio apenas fue la introducción, a modo de práctica recreativa para las tropas acantonadas en el territorio.

A partir de la década de 1920, los campeonatos beisboleros fueron organizados con una activa participación de peloteros amateur y la primera confrontación internacional de una selección dominicana tuvo lugar durante la IV Serie Mundial, desarrollada en La Habana, Cuba, 1941.

Los nombres de peloteros de calidad como los hermanos Báez, “Loro” Escalante, los hermanos Saint Clair y Horacio Martínez, entre otros, están muy ligados también a importantes triunfos internacionales en Managua, Nicaragua (1948) y en los Juegos Deportivos Panamericanos, celebrados en la Ciudad de México (1955).

Uno de los principales momentos del béisbol en la República Dominicana se produjo en 1937, con la celebración del campeonato nacional dedicado a la reelección del presidente y dictador Rafael Leónidas Trujillo.

Allí los tres equipos participantes reunieron a los mejores peloteros locales y, además, contrataron los servicios de numerosos cubanos, puertorriqueños y estadounidenses procedentes de las Ligas Negras.

Hombres de la talla de Martín Digo, Silvio García, Manuel Cocaína García, Ramón Bragaza y Luis Tiant (parde) en la parte cubana; Perucho Cepeda, entre los boricuas y los norteños Joshua Gibson, Cool Papa Bell, Satchell Paige y Sam Bankhead contribuyeron a darle colorido al inolvidable certamen.

Ahora bien, sin ponerlo en dudas, el hombre que trazó la senda de los dominicanos definitivamente en el béisbol grande, principalmente para los peloteros nativos de San Pedro de Macorís, fue Ricardo “Rico” Carty, excelente jardinero, al debutar con el Milwaukee (1963) y mantener la categoría de estrella hasta su retiro con los Azulejos de Toronto (1979).  

Poco a poco, los resultados obtenidos por “Rico” Carty embullaron a sus paisanos más jóvenes para convertir, lo que a comienzos del presente siglo fuera una pequeña aldea de pescadores y cortadores de la caña de azúcar, en la mayor zona productora de talento humano para el béisbol de las Grandes Ligas.

La transformación de la arquitectura urbanística de San Pedro de Macorís, bien cerca del malecón bañado por las aguas del río Higuamo, solo es hoy un símbolo de los éxitos de una buena cantidad de sus jugadores en los terrenos de béisbol.

Muchos intentan conocer donde radica el “misterio” de tan inagotable fuente de peloteros con clase excepcional...

Señalan las personas más autorizadas que el béisbol se jugó por primera vez en la República Dominicana, precisamente, en San Pedro de Macorís, allá por el año 1912, dando lugar esa afirmación a que se mencione que una novena local ganó el primer campeonato aficionado frente a otros dos equipos procedentes de Santo Domingo.

En el presente, los nombres de Sammy Sosa, Alex Rodríguez y Pedro Martínez, por apenas mencionar a los de mejores resultados individuales durante los primeros años del siglo XXI, constituyen una perfecta garantía para que varios equipos de las Grandes Ligas mantengan escuelas o fincas de aprendizaje y patrocinen dos campeonatos veraniegos, en los que intervienen jóvenes valores.

Tampoco escapan a esa nueva “fiebre dorada” las atentas miradas de los scout o cazadores de talentos, quienes ponen a la disposición de los muchachos jugosas ofertas.

La versión ofrecida en estas líneas constituye la mejor documentada que encontró el autor, pero otras fuentes mencionan al año 1890 como el de la creación de la Liga Dominicana de Béisbol Invernal, con el enfrentamiento de los equipos profesionales Ozama y Nuevo Club.