La historia del béisbol en esta área geográfica guarda estrecha relación con Cuba
El primer contacto de un jugador de habla hispana con la práctica de este pasatiempo en los Estados Unidos aparece marcada en el año 1871, cuando el cubano Esteban Bellán debutó con el equipo Troy Haymarket, perteneciente a la Asociación Americana.
Sin embargo, el hecho de que las denominadas Grandes Ligas comenzarán a desarrollar sus certámenes del máximo nivel en 1876, trajo numerosas polémicas, pues entonces algunos historiadores insistieron en presentar al colombiano Louis Castro como el pionero, tras debutan en las Grandes Ligas en 1902.
Aunque en respectivos momentos, Bellán y Castro residieron y estudiaron de manera temporal en el territorio estadounidense, las propias referencias históricas recogidas en las enciclopedias beisboleras aceptan que la Asociación Americana constituyó el verdadero preámbulo del juego en numerosas ciudades de la Unión.
Tal afirmación permite mencionar a Esteban Bellán, uno de los precursores de la pelota cubana, como el primero en vestir la camiseta por parte de Latinoamérica.
A propósito de Bellán también apareció en la alineación del club Habana, durante el desafío que celebrara tal conjunto contra el Matanzas, en los terrenos del Palmar de Junco (27 de diciembre de 1874).
Reconocidas esas prioridades correspondientes a Cuba, entonces cabe destacar el punto de partida de la extensión, luego que en la Mayor de Las Antillas, de igual forma quedó inaugurado el primer campeonato organizado, a partir del 28 de diciembre de 1878, oportunidad en que participaron clubes bajo los nombres de Habana, Almendares y Matanzas.
La fiebre beisbolera contagió a los fanáticos capitalinos, hasta el punto de consolidar el juego en sus preferencias, pero debemos reconocer que la calidad era mediocre en los diferentes órdenes del juego. Así quedó reflejado en las anotaciones de los seis desafíos ganados por el primer seleccionado de Estados Unidos de visita en La Habana (1891).
En total la cifra de errores ascendió a 87 y tal cantidad hoy mueve a risas, luego de compararla con lo ocurridos dos décadas después en los resultados de las giras realizadas por los equipos cubanos en varias ciudades norteñas, promocionados por el empresario Abel Linares con el nombre de Cubas Stars.
La coincidencia del intercambio, porque en años posteriores también llegaron al territorio cubano numerosos conjuntos procedentes del país de Norte, tras concluir o antes de comenzar las campañas en las Ligas Mayores. Además de la firma de algunos de los más destacados peloteros locales contribuyó a mejorar de manera ostensible la calidad.
En tal sentido, en el capítulo correspondiente al pitcheo las colosales faenas del lanzador de la raza negra José de la Caridad Méndez, El Diamante negro y Adolfo Luque superaron las expectativas imaginables para los buscadores de talento que procedía de los Estados Unidos.
Por supuesto, la discriminación racial imperante en el béisbol estadounidense limitó en buena medida que numerosos jugadores cubanos fueran conocidos y el necesitado desplazamiento, en los meses de verano, los llevó hacía los vecinos escenarios centroamericanos y caribeños.
Hablamos de la época en que la nueva influencia del dólar dejó a un lado la peseta, aunque la situación económica del país cada día era más crítica. Una situación muy similar vivieron los vecinos de la República Dominica, mientras Puerto Rico quedaba acorralado por la impuesta tutela de los Estados Unidos desde 1898.
Panamá fue otro de los territorios que para entonces permanecía bajo un estado de perenne inestabilidad, entronizada por la política de big-stick (Gran garrote) defendida por el mandatario yanqui Teodoro Rooselvelt con el apoyo de las tropas militares acantonadas en el Istmo.
Los nicaragüenses también conocieron de la creciente composición norteamericana, básicamente con inversiones en grandes extensiones agrícolas, lo cual provocó el asentamiento de poderosos hacendados.
La Revolución Mexicana de 1910, liderada por Emiliano Zapata y Francisco Pancho Villa, durante algún tiempo mantuvo a los nacionales bastante ocupados en el derrocamiento del dictador Porfirio Díaz.
Sin embargo, otra ocupación norteña frustró la completa victoria de los revolucionarios y ello trajo consigo la permanencia de los soldados norteamericanos, pero desde la alborada del siglo XX loas criollos de Veracruz y Monterrey practicaban el juego de las bolas y los strikes.
En el caso específico de Venezuela, el gran hallazgo de petróleo en la Cuenca del Lago de Maracaibo y reiteradas visitas de comerciantes cubanos, quienes posteriormente se radicaron en varias ciudades posibilitó, en corto tiempo, la creciente pasión de los venezolanos.
La presencia antillana también resultó decisiva en la introducción beisbolera en la costa caribeña colombiana, donde las ciudades de Cartagena y Barranquilla rápidamente acogieron a los recién llegados, cuyas vestimentas en el terreno eran completamente distintas.
Desde el punto de vista sociológico, el inicio y desarrollo del béisbol en la totalidad de las naciones mencionadas, incluida Cuba, constituye un hecho interesante, porque al principio lo conocieron jóvenes pertenecientes a los estratos sociales más favorecidos y de ahí pasaron a recibir amplia participación popular.
Cualquiera de los desafíos jugados en La Habana, Santo Domingo, San Juan, Ciudad de Panamá, Managua, Monterrey o Maracaibo significaron acontecimientos de primer nivel, en los cuales las damas y los caballeros sacaban a relucir acendrados favoritismo a favor de uno u otro contendiente.
Por ejemplo, en Cuba el rojo y azul fueron los colores preferidos, dando lugar a manifestaciones de simpatías inconcebibles en aquellos momentos, hasta el punto de registrarse llenos completos en los graderíos del Almendares Park.
El simple anuncio de que en cualquier tarde dominical estarían en las respetivas lomitas los lanzadores José de la Caridad Méndez y Adolfo Luque, movían a todos los habaneros hacia los predios de la avenida Carlos III y allí el espectáculo estaba garantizado.
Años más tarde, de manera progresiva, comenzaron a organizarse diferentes campeonatos y después de Cuba correspondió a los mexicanos fundar la primera liga profesional en el año 1925.
En la actualidad, luego de casi un siglo de permanente quehacer, salvo el caso de Cuba, con una estructura competitiva bien propia en sus campeonatos nacionales, en los restantes países la organización siguen los patrones organizativos de las Grandes Ligas, sobre todo en los certámenes invernales.
Hace buen rato el béisbol es tomado muy en serio por los habitantes de esta zona geográfica, algo plenamente demostrado por la cantidad de campos de entrenamientos existentes en la República Dominicana, cuyo principal objetivo es suministrar el material necesario a los equipos de las Ligas Mayores.
Los dominicanos exhiben orgullosos la presencia de más de 500 peloteros en los diversos niveles del béisbol organizado, sin dejar a un lado a muchos que deciden hacerlo en Japón y otros países asiáticos.
En realidad, el triunfo de muchos de esos jóvenes resulta inobjetable, lo que también pueden contar los venezolanos, mexicanos y puertorriqueños, aunque en menor grado.
Al margen de quienes lograron imponerse, siempre una ínfima minoría, luego de compararla con el vasto caudal de aquellos de abandonaron la contienda y volvieron a cargar con la pobreza a cuestas, el futuro aún es incierto, pues todos, sin excepción, están a expensa de cuanto ordenen los magnates del Norte.
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