Historia viva |
La ideología era lo fundamental
Abelardo Crespo |
Soy de Cienfuegos. Me incorporé a las luchas estudiantiles, como todo joven que ansiaba tener una patria distinta a la que en aquella época nos tocaba vivir. Era pobre, y tenía que combinar el estudio con el trabajo, y por ello, estimo, entendía mejor que otros compañeros los problemas de Cuba. De lleno entré en el movimiento revolucionario cuando el funesto golpe de Batista, el 10 de marzo. Ya en La Habana en la Escuela de Ingeniería, luchaba en unión de Pedro Miret, Léster Rodríguez y otros compañeros de la Universidad.
Conocía Fidel en 1952, en la Universidad, y fue nuestro orientador desde aquellos instantes. Daba charlas, en vibrante exposición de las ideas que sustentaba con respecto a la revolución del pueblo de Cuba, frente a aquel régimen militarista, sanguinario y opresor. Simpatizaba desde niño con las ideas nuevas y revolucionarias de Guiteras y Mella. Y odiaba al asesino del mártir del Morrillo: Fulgencio Batista.
Organizábamos grupos que recibían entrenamientos en la Universidad, escogiéndose los mejores compañeros desde el punto de vista de calidad humana e ideología. Fidel lo recalcaba, que la ideología era lo fundamental en cualquier movimiento revolucionario. No se seleccionaron compañeros de un solo sector, sino que comenzó en la Universidad y bajó a la clase obrera en general. O sea, que nuestro Movimiento revolucionario tenía representación la masa trabajadora: Almeida era albañil; Chenard fotógrafo; Muñoz Médico; Fidel, abogado; Montané, contador; Ponce, tipógrafo y todos los muchachos de Artemisa; otros estudiantes de ingeniería; Bedia, un compañero que cayó en la Sierra, era pintor. Nuestra organización nace en la Universidad, orientada por compañeros de capacidad superior, pero dentro de todos nosotros bullía el entusiasmo de llevar nuestras ideas a la clase obrera. El Movimiento tenía varias células. Conocíamos a unos y a otros no. Con Pedro Miret y Léster, yo formaba parte del grupo que entrenaba a los compañeros
El día antes de partir hacia Oriente, concurrí a un examen. Ya en el aula, me dije: Para qué voy a sacar la asignatura, si mañana vamos a hacer una cosa mil veces mejor –fue la única vez que incumplí las instrucciones de disciplina en el estudio.
Antes de marchar Fidel se reunió con nosotros, y habló largo rato. Nos explicó cuanto teníamos que hacer. Recuerdo que allí estaba Raúl, a quien teníamos gran afecto, porque era muy joven. Había estado en fuertes luchas revolucionarias, y creo que en aquel año participó en el Festival de la Juventud y a su regreso lo detuvieron. Todos nosotros hicimos gestiones para sacarlo. Luego cuando vimos en los momentos casi de partida aquel compañero tan joven, pálido, delgado, nos alegró que perteneciera a nuestro Movimiento. Contagiaba con su entusiasmo para ir al ataque del cuartel; y de ideología, ni hablar: Raúl tenía para todos nosotros.
(Periódico Revolución, 23 de julio de 1963) |