? La Coubre: la extraña sensación de un reloj detenido

Fue costumbre una vez que los estibadores del puerto de La Habana se conocieran por pseudónimos. Raúl era un exiliado asturiano, también conocido por El Gallego –como suele decírsele en Cuba a los peninsulares—pero su verdadero nombre era Alonso Solís Villarrica. Vivió el entusiasmo del triunfo revolucionario, pero fue una experiencia demasiado breve para él.

Trabajaba en la descarga del vapor francés La Coubre la tarde del viernes 4 de marzo de 1960 en la rada habanera. Su hijo, Alberto Solís Sotolongo, parece sentir la extraña sensación de un reloj detenido: en sus casi 80 años de vida, aún se asoma la adolescencia que aquel duro día vio partir al padre, para no regresar nunca más.

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Varios días duró la búsqueda del ser amado. El testimonio de un estibador sobreviviente y las huellas dactilares fueron pruebas conclusivas para la identificación del cadáver. Por esa razón no estuvo en la histórica concentración de despedida en la esquina de 12 y 23, en El Vedado.

Poco después, falleció la madre de Alberto Solís Sotolongo. Fue una extraña enfermedad –recuerda—aunque él sabe bien que la mató la tristeza. Siente, eso sí, que desde el frente obrero jamás le falló al padre que amó a la República Española. Ni tampoco al querido Comandante en Jefe, en la convicción inapagada de ¡Patria o Muerte!

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