La caída en combate del Lugarteniente General del Ejército Libertador, Antonio Maceo Grajales, supuso un cataclismo. Remontando límites de siglos, la investigación transdisciplinaria concurrirá siempre en la tarde del 7 de diciembre de 1896 en San Pedro de Punta Brava, para hallar la impronta exacta de la muerte, para saber las razones de sobrevida de un héroe.
La historiografía meteorológica ajusta los datos sobre las condiciones del tiempo en aquella terrible jornada y los días que le antecedieron. El ensayista y profesor cubano Luis Enrique Ramos Guadalupe significó la lluvia numerosa que registró el Observatorio del Real Colegio de Belén de la Compañía de Jesús en La Habana.
Luis Enrique Ramos Guadalupe recordó que el 4 de diciembre de 1896, cuando el Titán y un pequeño grupo de patriotas cruzaron por mar la Trocha de Mariel a Majana, se reportaron 23 milímetros de lluvia en La Habana, el día de las mayores precipitaciones en todo ese mes.
El reconocido historiador de la meteorología cubana declaró que, con un cielo nublado, sería difícil que se secara el terreno enlodado, donde habrían quedado las huellas de la caballería cubana y del propio paso de los insurrectos por los parajes cercanos al campamento de San Pedro.
Como se ha afirmado más de una vez, la columna española al mando del entonces comandante Francisco Cirujeda varió el rumbo por ese hallazgo. Y la tragedia ulterior cambió la historia.
Recordamos hoy, con la emoción de siempre, otro aniversario de la caída en combate del General Antonio, paradigma de valor y lealtad, de inteligencia y dignidad. Gloria eterna al Titán de Bronce y a sus bravos continuadores, los combatientes de la #RevoluciónCubana pic.twitter.com/ELp7IIotSZ
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) December 7, 2022