La vida no debería medirse en años, sino en sonrisas. Hay quien vive un siglo y apenas despierta la felicidad de otros. Hay quien, al contrario, en poco tiempo genera mucho bienestar y toca, para siempre, la vida de sus semejantes.
Así ocurre, por ejemplo, con el joven doctor cubano Jorge Abel Álvarez Salgado. Apenas graduado llegó a Venezuela, a marcar la existencia de quien lo necesitara, como colaborador de la Misión Barrio Adentro. Aquí creció, en centímetros y en estatura profesional, se especializó en Ultrasonido Diagnóstico y construyó historias, leyendas personales de esfuerzo, de estudio y de humanidad.
Desde que llegué a Venezuela he trabajado en varios CDI de Caracas, aunque siempre he sido parte de la brigada de Guardia de Honor, que atiende a militares y familiares de la dotación del Palacio Miraflores, Venezuela ha sido mi escuela, pues vine recién graduado, con una buena base teórica, pero la práctica la completé aquí.
En el Centro de Diagnóstico Integral Guardia de Honor, de Caracas, Jorge Abel ha lidiado con situaciones inusuales, retadoras y, algunas, sin final feliz. Sin embargo, de todas aprendió para emerger más médico y más humano.
En una guardia de emergencia, sentimos un disparo en seco sobre la medianoche. A los 10 minutos, llegaron a buscarnos, pues uno de los soldados había recibido un tiro en la cabeza, por accidente. Llegué al lugar, presté los primeros auxilios al joven y se trasladó al Hospital, donde desafortunadamente falleció. Fue triste, pero me demostró cómo lidiar con estas situaciones que en Cuba nunca se ven.
Según el joven galeno, «la experiencia ha sido enriquecedora. Llegué recién graduado y me iré con casi 5 años de batalla por la salud de este pueblo. He aprendido mucho».
Hay quienes no necesitan el tiempo para trascender, gente que en minutos generan bienestar y tocan, para siempre, la existencia de otros. Tiene 29 años, pero si la vida se midiera en sonrisas, en abrazos o miradas agradecidas, el doctor Jorge Abel Álvarez Salgado sería eterno.
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