El 15 de marzo de 1878, en el lugar conocido como Mangos de Baraguá, Santiago de Cuba, tuvo lugar uno de los acontecimientos históricos más viriles de la larga lucha de Cuba por su independencia de España. En ese lugar, el General Antonio Maceo rechazó tajantemente el plan de capitulación que le ofrecía el máximo representante de la Metrópoli en Cuba, y que no encerraba ninguno de los términos del programa de lucha de los mambises cubanos, ni la independencia del país, ni la abolición de la esclavitud.
Este suceso define representativamente la rebeldía heroica del pueblo cubano hasta nuestros días. El 19 de febrero del 2000, en la gloriosa arboleda de Baraguá, el pueblo de Cuba hizo un Juramento de resistir y vencer, en un nuevo escenario, no ya el del campo de las armas, sino el de las ideas.
¡Veremos quién resiste más!
19 DE FEBRERO 2000
MANGOS DE BARAGUA, SANTIAGO DE CUBA.
No hay duda: a pesar de las declaraciones sobre
el tema del niño secuestrado Elián
González, formuladas el jueves en la Cámara
de Representantes por la Secretaria de Estado,
que pueden calificarse como constructivas, la
mafia, la extrema derecha en el Congreso y hasta
el propio gobierno de Estados Unidos, en realidad,
por lo que se aprecia en los hechos y la evidente
impotencia de la Administración, están
apostando al cansancio en Cuba. Creen que nuestras
fuerzas se agotarán, que la monstruosa
injusticia será dejada a un lado, que
ese cansancio de nuestro pueblo comienza a manifestarse.
Así al menos lo expresó hace muy
poco un despacho cablegráfico, y varios órganos
de prensa norteamericana lo divulgaron.
¡Qué mal
conocen a nuestro pueblo!
La
ofensiva de masas y de ideas desatada en nuestro
país es algo que no tiene precedentes. Novedosa,
sorprendente e inesperada, los imperialistas, acostumbrados
a cometer crímenes y fechorías impunes
de todo tipo, no fueron siquiera capaces de imaginarla.
En ninguna época, en ningún otro sitio
se entabló semejante contienda en el terreno
de las ideas y de la ética entre un país
tan poderoso y el pueblo de una pequeña Isla
situada a solo 90 millas de sus costas. El mundo contempla
hoy con creciente asombro lo que está ocurriendo.
No es simplemente la lucha por el regreso de un niño,
es la lucha por el derecho de cada niño del
mundo a no ser secuestrado, arrebatado a sus familiares
más íntimos, más cercanos y más
legítimos; a no ser desarraigado de la cultura
y de la Patria donde nació y vivió los
primeros y más tiernos años de su vida,
ni de los que le enseñaban las primeras letras
o atendían con esmero su salud, o de los primeros
niños con los que se relacionó y jugó.
Hasta el paisaje que impregnó las primeras
imágenes del mundo exterior y de la naturaleza
que captaron sus ojos le fue arrebatado. Cursado el
prescolar como criatura feliz, no pudo siquiera concluir
el primer trimestre del primer grado. Estas son y serán
para siempre cosas inseparables de la vida de cualquier
ser humano que nada ni nadie puede sustituir. Era demasiado
el crimen, demasiado abusivo, demasiado arbitrario.
Es por ello que tiene que herir a todos los padres
y familiares cercanos de todos los niños en
Cuba, en el mundo y hasta en el país donde lo
tienen secuestrado: Estados Unidos. Hay muchas cosas
en las que los seres humanos discrepan, pero hay una
en la que todos creen de manera unánime: la
inocencia, la ternura y la indefensión de un
niño.
Lo
torturan de manera cruel psíquicamente.
Lo explotan desvergonzadamente, lo manipulan, disparan
contra él miles de flashes, y lo muestran como
un trofeo político cual si fuese el cuero cabelludo
arrancado de alguno de los millones de indios que fueron
exterminados en ese país. O tratan de comprarlo
como al hijo de cualquiera de los millones de esclavos
que durante siglos fueron vendidos en pública
subasta por los que ocuparon, colonizaron y crearon
esa nación. En este caso, lo que importa no
es comprar el cuerpo, sino comprar el alma de ese niño.
Constituye un insulto para el mundo, especialmente
para la inmensa mayoría de ese mundo integrada
por la humanidad pobre, la idea de que sus hijos pueden
ser comprados con viajes a Disneylandia o atiborrándolos
con todo tipo de sofisticados artefactos de juego producidos
por las sociedades de consumo. Indigna y ofende especialmente
la sensibilidad humana el grosero criterio de que la
Patria Potestad la decide el carácter rico o
pobre de un país. Peor todavía es el
repugnante proceso de destrucción del alma de
ese niño. Personal especializado, técnicas
sofisticadas, incluso métodos brutales son utilizados
para destruir en la mente del indefenso niño
todo vestigio de amor y recuerdo por su padre, su hermanito
y sus cuatro abuelos. Quienes lo tienen en su poder,
permiten o impiden, cuando quieren, que estos se comuniquen
telefónicamente con él. Torturan así no
solo al niño con presiones, coacciones, gritos,
ruidos, pellizcos, y amenazas perceptibles para perturbar
la comunicación, sino también a su desesperado
padre y abuelos al otro lado de la línea. ¿El
propósito? Crear miedo, terror y rechazo del
niño hacia su padre y sus abuelos, de modo que
llegue a temer incluso la hora de comunicarse con ellos.
Quieren a toda costa que el niño llegue a rechazarlos,
utilizando con él métodos similares a
los del famoso investigador Pavlov para crear reflejos
condicionados en los perros.
Lo
hicieron incluso poner su nombre en un documento
con letra de imprenta, cual trazos que hasta un niño
que no sabe leer todavía puede pintar en un
papel, para nombrar abogados y solicitar la ciudadanía
norteamericana. Para votar por cualquier candidato
a presidente, legislador, alcalde, juez estadual, o
cualquier otro funcionario electivo de mayor o menor
importancia, le exigen a un joven norteamericano 18
años de edad; en cambio, si se trata de un niño
cubano secuestrado, pretenden que bastan seis años
recién cumplidos para escoger patria o decidir
si quiere o no regresar a Cuba, y —más
ultrajante para una criatura que no tiene todavía
uso de razón— si desea o no volver con
su padre y su verdadera familia, que con tanta ternura
y sacrificio lo desearon, lograron traerlo al mundo
después de numerosos intentos infructuosos,
y lo cuidaron con esmero hasta esa edad. En resumen,
un niño groseramente secuestrado, que es además
víctima de tortura psíquica e incluso
de maltrato físico diariamente.
A
las autoridades de ese país incesantemente
se les ha dicho y reiterado que el deber del gobierno
es proceder de inmediato a interrumpir el crimen y
devolverlo ipso facto a su familia en Cuba. Es lo que
se ajusta a las leyes internacionales y a las propias
leyes norteamericanas y cubanas. No hay forma posible
de justificar la asignación de esa tarea a los
tribunales de Estados Unidos mediante un proceso de
largos, interminables e ilegales trámites, permitiendo
con ello a los secuestradores la consumación
del bárbaro acto de destruir mentalmente al
niño. Los tribunales norteamericanos carecen
no solo de jurisdicción sobre el caso, sino
también de la posibilidad de resolver el problema
con la urgencia requerida para evitar consecuencias
irreversibles para su salud. Es atribución que
corresponde por entero al gobierno de Estados Unidos.
Si
alguien en ese país fuera suficientemente
estúpido para imaginar que el pueblo de Cuba
se cansará de librar esta justa batalla, sería
digno de que lo enviasen de por vida a un manicomio.
En la lucha por la devolución de ese niño
están en juego muchos valores y principios,
todos los cuales son irrenunciables.
Las
autoridades de Estados Unidos han llegado demasiado
lejos en este problema, a pesar de que fueron advertidas
muy a tiempo de sus consecuencias: si ese niño
no es devuelto lo antes posible a su familia y a su
Patria —expresó nuestro Gobierno—,
estallará inevitablemente una enorme batalla
de opinión nacional e internacional que será sumamente
costosa para el prestigio de ese país.
Desde
el principio a nuestro pueblo se le explicó:
la lucha será larga; nuestras fuerzas son colosales,
pero es necesario emplearlas de forma inteligente y
con el máximo de flexibilidad y ahorro de energía
para no desgastarnos. Lo más difícil
en los primeros días era evitar que los participantes
en las tribunas abiertas y marchas combatientes se
limitaran estrictamente en cada caso a los sectores
y personas invitadas a los actos. A lo largo de semanas
nuestra disciplina se ha incrementado extraordinariamente
y nuestra experiencia se enriqueció de modo
increíble. Algo mucho más decisivo: la
conciencia revolucionaria se profundizó como
nunca antes en nuestra Patria. En realidad, a lo largo
de esta histórica contienda, la energía
popular y nuestras formas y medios de lucha se multiplicaron.
Hoy contamos con muchas más fuerzas que con
las que contábamos en los primeros días
de diciembre. Un número elevado y creciente
de cuadros cada vez más experimentados comparten
las tareas. Día a día los actos son más
eficientes y de superior calidad. Enjambres de niños,
adolescentes, jóvenes, trabajadores manuales
e intelectuales de todas las edades, artistas, combatientes,
organizadores, despliegan energía, talento,
capacidad de comunicación y persuasión,
que llenan de asombro a cuantos nos visitan y de gran
orgullo a nuestro país. Es la semilla sembrada
por la Revolución y una obra social y humana
que resalta por todas partes. El país entero
se ha convertido en escenario de movilizaciones, marchas,
tribunas abiertas, y los más importantes asuntos
de la política, los conocimientos y la cultura
nacional e internacional se han convertido en temas
de mesas redondas. Oradores, artistas, expositores
profundos, profesionales o portadores de gran talento
natural, florecen por todas partes.
Cuba
se descubre a sí misma, su geografía,
su historia, sus inteligencias cultivadas, sus niños,
sus jóvenes, sus maestros, sus médicos,
sus profesionales, su enorme obra humana producto de
40 años de lucha heroica frente a la potencia
más poderosa que ha existido jamás; confía
más que nunca en sí misma; comprende
su modesto pero fructífero y prometedor papel
en el mundo de hoy. Sus armas invencibles son sus ideas
revolucionarias, humanistas y universales. Contra ellas
nada pueden las armas nucleares, la tecnología
militar o científica, el monopolio de los medios
masivos de divulgación, el poder político
y económico del imperio, ante un mundo cada
vez más explotado, más insubordinado
y más rebelde, que más que nunca pierde
el miedo y se arma con ideas.
El
combate por la devolución del niño
cubano secuestrado se convirtió en el primer
episodio de una lucha mucho más prolongada.
El secuestro y la tortura a que ha sido sometido ese
niño, marca el punto en que se desata la gran
batalla que tenemos por delante para poner fin a las
causas que han dado origen a un hecho tan cruel y doloroso. ¿De
qué valdría la simple devolución
de este niño si mañana, pasado mañana,
cualquier día de cualquier semana, cualquier
mes o cualquier año, otro Elián, decenas
de Elianes, cientos de Elianes, miles de Elianes, pueden
desaparecer entre las aguas turbulentas, ser trasladados
a Estados Unidos ilegalmente, separados de uno o de
los dos padres sin su autorización ni posibilidad
alguna de recuperarlos legalmente?
¿Cuántas tragedias igualmente crueles
habrán tenido lugar durante los 33 años
de vigencia de la Ley de Ajuste Cubano que premia a
los que desacatan las normas de emigración legal
y segura, muchos de los cuales no recibirían
jamás visas para viajar a ese país, y
cuyos organizadores incluyen como norma en sus aventuras
a mujeres y niños? ¿Cuántas vidas
habrá costado el estímulo de la emigración
ilegal por parte de Estados Unidos en sus intentos
de desestabilizar el país por esta vía,
no conformes u olvidados ya de los esfuerzos realizados
desde los primeros años por sustraer masivamente
del país a personal calificado, entre ellos
maestros, profesores, médicos y demás
profesionales para obstaculizar nuestro desarrollo
económico y social, apoyándose en las
posibilidades de salarios y condiciones de vida material
que un país neocolonizado, explotado y mantenido
por Estados Unidos en el subdesarrollo durante más
de medio siglo, no podría ofrecer?
¿Será necesario recordar acaso entre
las grandes fechorías cometidas contra Cuba
cómo, bajo el terror de una calumnia infame
elaborada por los Servicios de Inteligencia norteamericanos
acerca de la posible supresión de la Patria
Potestad a la que hoy tan cínicamente ultrajan,
fueron secuestrados y trasladados clandestinamente
a Estados Unidos, con el apoyo de sus propios padres,
14 mil niños cubanos en los primeros años
de la Revolución?
Las
agresiones y amenazas a la seguridad del país
y los actos de terrorismo; el bloqueo y la guerra económica,
los planes de subversión, diversionismo ideológico,
sabotaje, desestabilización interna; las leyes
como la Helms-Burton, Torricelli y numerosas enmiendas
para hacer más riguroso el bloqueo, a fin de
aplastar por hambre y enfermedad a nuestro pueblo —hechos
considerados como actos de genocidio aun en tiempo
de paz por los tratados internacionales suscritos tanto
por Cuba como por Estados Unidos—, constituyen
un conjunto de factores que obstaculizan nuestro desarrollo
y compulsan la emigración.
Tenemos
derecho a la paz, al respeto de nuestra soberanía
y nuestros intereses más sagrados. Cuarenta
años de infamia no han podido doblegar nuestra
voluntad de lucha. No nos hemos cansado ni nos cansaremos.
Para
una mesa redonda de especial interés cultural
o político son suficientes 10 intelectuales
capaces, y hay en nuestro país decenas de miles
de ellos.
Todos
los rincones de nuestra Patria, todos los lugares
históricos, todos los sindicatos, todos los
comités y sectores de las organizaciones de
masas, todas las escuelas e instituciones educacionales,
culturales y científicas solicitan con fervor,
exigen prácticamente tribuna abierta para participar
en esta lucha, y son muchos miles. Hay tarea para largos
años.
¡La
Ley de Ajuste Cubano debe cesar!
¡La
Ley Helms-Burton debe cesar!
¡La
Ley Torricelli debe cesar!
¡Las
enmiendas introducidas de contrabando en muchas leyes
del Congreso de Estados Unidos para agravar los sufrimientos
de nuestro pueblo, deben cesar!
¡El bloqueo en su conjunto y la criminal guerra
económica contra Cuba deben cesar!
¡Las amenazas, las campañas subversivas,
los planes de desestabilización, deben cesar!
Y
a su debido tiempo, ya que no constituye objetivo
prioritario en este instante aunque sí justísimo
e irrenunciable derecho de nuestro pueblo, ¡el
territorio ilegalmente ocupado de Guantánamo
debe ser devuelto a Cuba!
Mientras
tanto, la tribuna abierta surgida en esta histórica lucha por la devolución del
niño secuestrado, convertido en símbolo
de los derechos de la nación, no cesará un
solo día. Y la batalla de ideas, la formación
y profundización de la más sólida
conciencia revolucionaria, y el esfuerzo por alcanzar
los más elevados conocimientos y la más
amplia e integral cultura, son actividades que en nuestra
Patria no se detendrán jamás mientras
haya injusticia por reparar, mientras exista el sistema
imperialista, y aun cuando deje de existir, porque
siempre será necesario luchar por un mundo más
solidario y más humano. Nuestra lucha adoptará mil
formas y estilos diferentes. Las masas estarán
siempre listas; la transmisión del mensaje será permanente,
las fuerzas y energías continuarán acumulándose
y ahorrándose para cada minuto necesario odecisivo.
Algunos
se impacientan y desean medidas más
drásticas de las más variadas categorías,
incluso violentas, para salvar al niño y librarlo
de sus sufrimientos. Los pretextos para un conflicto
armado entre Estados Unidos y Cuba es lo que más
desean los traidores anexionistas. Esa superpotencia
solo es poderosa en el campo de las armas. En el de
las ideas es huérfana y está indefensa.
Con inteligencia y con ideas lograremos nuestros objetivos.
Vamos
a pulverizar su asquerosa hipocresía,
sus groseras mentiras, sus repugnantes y egoístas
doctrinas imperiales, con las que pretenden gobernar
el mundo. No les quedará ni la mínima
credibilidad necesaria para engañar a alguien
en este país o en el resto del planeta.
Y
en medio de esa lucha pacífica de ideas,
nuestra vida seguirá adelante, continuaremos
nuestro épico esfuerzo por vencer las dificultades,
por el desarrollo económico y social de nuestra
Patria, excepto que se pretenda un día la imposible
y loca tarea de destruirnos por la fuerza, interrumpiendo
la vida normal de nuestro país. En ese caso,
no habrá para los agresores un día de
tregua ni de calma, y nada volvería a ser normal
para ellos.
A
nuestros niños y adolescentes no les faltarán
los espacios de recreación sana y alegre, a
la vez que enriquecedora de sus inteligencias y sus
vidas. Todo nuestro pueblo tendrá igual derecho
y espacio para la alegría y a la vez el constante
incremento de sus valores morales y espirituales, con
los cuales sabremos garantizar el indispensable bienestar
material que podemos conquistar con nuestra inteligencia
y nuestro trabajo.
¡Nadie se rendirá! Y cansarse en esta
lucha sería, para un patriota y revolucionario
cubano, más bochornoso que rendirse. ¡Veremos
quién tiene más razón, más
motivación, más voluntad de luchar!
¡Veremos quién
se cansa primero!
¡Veremos quién resiste más! ¡Mañana lo recordaremos en Baraguá,
ante la gloria inmortal de Maceo! |