Miozotis Fabelo Pinares
Fotos: Archivo
Corresponsal de Radio Rebelde
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Emilio Ballagas, ¿el poeta olvidado?
11 de Septiembre de 2009, 11:30 a.m.
Camagüey, Cuba.- ¿Quién es el poeta que sirve de inspiración, con sus versos, a José María Vitier, para componer la Misa Cubana?
¿Qué pie pusiste primero
En la barca temblorosa?
¿Qué huella de austera rosa
Marcó con fuego el madero?
¿Tu cuerpo tornó ligero
Lo que el peso ya vencía?
Pues parece que vacía
La ingrávida barca vuela
Dejando impoluta estela
Por donde pasa María.
Emilio Ballagas, el poeta camagüeyano, ¿olvidado o ignorado?, es uno de los precursores de la poesía negrista, y además, cultivador también del llamado movimiento de la poesía pura; sin embargo, poco se conoce y se habla de él, salvo en los círculos literarios; por eso, en ocasión del aniversario 55 de su muerte, ocurrida el 11 de septiembre de 1954, es preciso recordar a uno de los poetas mayores de Cuba; aún cuando él mismo dijo:
“Quiero en la tierra que me dio la vida
En olvido yacer…”
No obstante, el poeta no está olvidado, y muchos de sus contemporáneos, elogiaron su obra, a pesar de las marcas contradictorias que provocan todavía la polémica entre sus versos y su vida…
Así, por ejemplo, Juana de Ibarbourou dice, en 1937:
”Agradezco vivamente al gran poeta cubano Emilio Ballagas su ‘Elegía sin nombre’, trenza de mar, cielo, ideal y ensueño. Expresión nueva, en el milenario motivo de la ensoñación inasible y eterna. Hermosísima. Reciba mi fraterno saludo, mi admiración creciente, mi mano en su mano, sello de amistad fidelísima a quien merece tanto cariño de los que le deben tanta belleza.”
Dulce María Loynaz, escribe: “Jamás poeta tan genuinamente aristocrático por naturaleza, gozó de tal arraigo democrático; jamás poesía tan etérea pudo hacerse eco de todas las voces, hueco en todas las almas.”
Y el español Juan Ramón Jiménez, elogia también al poeta camagüeyano:
“Es Ud. sin duda, el poeta de esa poesía íntimamente humana que va y viene de sus principios a sus fines por lo hondo del hombre, del hombre mismo, preso de tiempo y espacio; poesía siempre de su propia época; sin la ampulosidad ni el abandono que desfiguran y menguan en otros su mayor belleza. Por ello lo felicito, lo quiero y le doy las gracias”
Y otro grande de las letras cubanas, Cintio Vitier, quien prologó la obra de Ballagas, póstumamente, dice: “Él es el misterioso poeta débil de su generación; el que se funda en lo imponderable de la voz; el que, cediendo siempre, emerge al cabo indefenso, pero intacto y distinto, con su silenciosa palabra soplada...”
Así pues, vayamos en busca de Emilio Ballagas
Emilio Ballagas Cubeñas, nació el 7 de noviembre de 1908, en la ciudad de Camagüey, cuna también de Nicolás Guillén y Mariano Brull, y cultivador como ellos de las vanguardias artísticas.
Los padres de Emilio, Mauricio Ballagas Varela y Caridad Cubeñas Zayas, eran de familia acomodada en el viejo Camagüey; y el niño recibió educación superior.
A los 15 años ya había escrito un cuento y a los 18 publica su primer poema “Rostro de cara”. En 1926 se gradúa de Bachiller en Letras y Ciencias en el Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, y en 1928 comienza los estudios de Pedagogía en la Universidad de la Habana
Sus primeros poemas aparecen en la “Revista Antenas”, de la ciudad de Camagüey, entre 1928 y 1929, y en 1931, publica su libro “Júbilo y Fuga”…
“Se apagaron de pronto las campanas,
enmudecieron hoscos los balcones
y se espantó la luz en brusco vuelo.
Tendí con la mirada
luz sobre los caminos.
Y canté a pulmón vivo:
en cada nota iba un trozo de mí mismo.”
Después vendría su ‘Cuaderno de Poesía negra’, publicado en 1934, en la ciudad de Santa Clara…
Se va la comparsa negra bajo el sol
moviendo los hombros, bajando el clamor.
Y ¡sube la loma! (y baja el clamor.
Pasa la comparsa mientras baja el sol.)
Ballagas, quien, hasta donde se sabe, no tenía ancestros africanos y se formó en el seno de una familia tradicional, principeña, blanca y católica, tuvo una sensibilidad particular para captar el habla y el sentido musical de los negros y mestizos.
“Los textos, -al decir de algunos críticos— no evidencian un conocimiento muy profundo de las costumbres, creencias y ritos afrocubanos, pero tienen un desenfado y gracia particulares.”
Estampas como ‘Lavandera con negrito’ y ‘Para dormir a un negrito’han tenido una enorme difusión en el mundo, primero gracias a una declamadora excepcional de ese modo de poesía: Eusebia Cosme, y luego, por Luis Carbonell.
En 1936 publica “Elegía sin nombre”, otra de su más conocidas obras.
“Te estoy queriendo más,
Te estoy amando en sombras,
En una gran tristeza caída de las nubes,
En una gran tristeza de remos mutilados,
De carbón y cenizas sobre alas derrotadas…”
Dos años después de “Elegía sin nombre”, Ballagas publica “Nocturno y elegía”.
“Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.
Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.”
A pesar del inmediato éxito de estos textos, un nuevo y definitivo cambio aparece en la poesía de Emilio Ballagas a inicios de la década de 1940, según el estudio de Roberto Méndez...
“ La obsesión por las formas clásicas, especialmente la décima y el soneto, asociada a una militante conversión al catolicismo de espiritualidad franciscana. Para el escritor, la perfección externa de los textos era la imagen de una vida ordenada y una despiadada búsqueda de la perfección espiritual. Los primeros signos de una grave enfermedad –al parecer un cáncer rebelde a toda terapia– convirtió su existencia en una especie de agonía, en la cual el Ballagas sensual y libre procuraba la ascesis, en busca de una altura “angélica” que lo dejara listo para el tránsito de la muerte.”
De esta lucha, dan fe los encendidos versos de ‘Declara qué cosa sea amor’, publicados en Cuadernos Americanos en 1943:
“Pero el amor ¿cómo diré que sea?
es el sencillo patio de mi casa, es mi niñez;
mi adolescencia pálida;
el naranjo pequeño, el venadito
que atado nos trajeron una tarde
y murió sin sus bosques en los ojos”
En 1951, Emilio Ballagas gana el Premio Nacional de Poesía con un libro que titula Cielo en Rehenes.
Muchos de los sonetos de este libro han sido escritos entre 1941 y 1951, y en ellos, al decir de los críticos…
“… es un libro en el que pone su alma a libre plática con Dios: y en la Sección nombrada “Cielo sombrío”, hay dos poemas, “Soneto sombrío” e “Invitación a la Muerte” – en los que el peso de la culpa, el demonio del pecado lleva la voz cantante.”
Apaga, Muerte, esta indecisa llama
de aletear tembloroso de falena
y por sobre mi frente al fin serena
la luz tranquila y la desnuda rama.
Que si yo ardí, querer que se derrama
en mentira carnal y estéril vena,
por la verdad en tu reloj de arena
soy ora la humillada voz que clama.
El poeta tiene una visión atormentada; está enfermo, se siente culpable de su sensualidad, de sus apetitos eróticos, de sus fragilidades y busca la purificación en la poesía
Emilio Ballagas murió poco después de que estos sonetos fueran escritos, y como dice Cintio Vitier: “No hizo nada importante después de ‘Cielo en Rehenes’. Queda, dicen, una correspondencia mantenida con su confesor, el padre franciscano Reverendo Biain, que me parece sería interesante publicar para ayudar al conocimiento de su personalidad.”
“Ballagas dejó una obra que parecía ya cerrada en sus posibilidades y limitaciones. Su quehacer llenaba la primera mitad del Siglo XX y era uno de los mejores productos de nuestra primera vanguardia, aunque todavía hoy su obra y su vida despierten la polémica, - al decir de Roberto Méndez - en la misma medida en que se mutila y exige homogeneidad absoluta al Ballagas hombre, se traiciona su poesía contradictoria y multiforme, ejemplo de un difícil camino espiritual”.
¿Nadie reclamará la destruida
cáscara inútil, la corteza inerte
de esta llama que ardiente y conmovida
No ha de alterar ni el soplo de la muerte?
El 11 de septiembre de 1954, a los 46 años de edad, fallece el camagüeyano Emilio Ballagas Cubeñas, uno de los poetas mayores de Cuba, e iniciador de la poesía negrista; sin embargo, olvidado o ignorado por casi todos. |