Carlos Juan Finlay: paradigma de científico
3
de Diciembre de 2008, 11:10 a.m.
La Habana, Cuba.- Graduado de Medicina en el Jefferson Medical Collage, de Filadelfia, Estados Unidos, en 1855, Carlos Juan Finlay echa a un lado las buenas ofertas que tenía para trabajar en el país norteño y regresa a su tierra a finales de ese propio año.
Durante su existencia sabrá sobreponerse a una serie de sucesos personales adversos, entre ellos el haber sufrido cuando joven un ataque de Corea que lo deja con dificultades para articular las palabras, y la pérdida del primer embarazo de su esposa Adela.
Conocido por haber identificado al mosquito nombrado hoy Aedes aegypti como el vehículo transmisor de la fiebre amarilla, lo más notable de su obra es el hecho de enunciar un nuevo modo de contagio de las enfermedades a través de la existencia de un agente biológico intermedio, capaz de propagar el germen del mal de un sujeto enfermo a uno sano.
Al elaborar tan revolucionaria teoría, Finlay rompe de manera radical con las concepciones epidemiológicas vigentes en su época, según las cuales las patologías solo podían diseminarse por contagio directo entre las personas o debido a la influencia de un factor ambiental.
Sin embargo, los postulados del galeno cubano son recibidos con escepticismo e indiferencia por la mayoría de sus colegas.
Así sucede cuando el 14 de agosto de 1881 termina de exponer ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana su trabajo El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla.
Tras finalizar la histórica sesión, regresa al hogar y le comenta a su esposa: Nadie habló en contra, es verdad, pero lo hubiera preferido. Hubiera deseado que refutaran cada concepción, punto por punto para debatir, hablar y convencerlos, o que me convencieran a mí. Fuera del salón la frase hiriente y mordaz, no la oposición digna y honrada del adversario.
Pasarán casi veinte años y las ideas de Carlos Juan no serán tomadas en cuenta por las autoridades coloniales españolas, y tampoco después por los interventores norteamericanos.
Luego del fracaso de una cuarta comisión médica enviada a Cuba en 1900 por el gobierno de Estados Unidos para investigar la causa de la fiebre amarilla, presidida por el doctor Walter Reed, los miembros de esta deciden comprobar la teoría del sabio cubano y lo visitan, obteniendo de él toda la información que necesitan, así como huevos y mosquitos infectados para que puedan hacer sus pruebas. Con ese gesto muestra su gran nobleza y desinterés.
Basada en las recomendaciones de Finlay de destruir las larvas del mosquito en sus propios criaderos, en 1901 y bajo la dirección del médico militar norteamericano William Gorgas, La Habana es sometida a una masiva campaña contra el insecto, la cual demuestra la certeza de la teoría esbozada por Carlos Juan hacía dos décadas.
A pesar de los intentos de Walter Reed de pretender adjudicarse el mérito de que fue él quien con sus experimentos llegó a la verdad sobre la fiebre amarilla, personalidades científicas de diferentes países reconocieron en su momento la obra de Finlay.
En varias ocasiones entre 1905 y 1915, año de su muerte acaecida el 19 de agosto, fue propuesto para el Premio Nobel de Medicina, único cubano que hasta el momento ha sido postulado a tan preciado galardón a título individual.
También recibió importantes condecoraciones, entre ellas la medalla Mery Kingsley, máxima distinción conferida por la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña, y la insignia de la Legión de Honor, otorgada por el Gobierno de Francia.
Más allá de los malsanos propósitos de determinados círculos norteamericanos por arrebatarle la gloria de su descubrimiento, en 1954 el XII Congreso de Historia de la Medicina celebrado en Roma, aprobó la moción de que solo a Carlos Juan Finlay Barrés, de Cuba, corresponde el hallazgo del agente transmisor de la fiebre amarilla.
Reconocido por la UNESCO entre los seis microbiólogos más grandes de todos los tiempos, en honor a su memoria el 3 de diciembre se celebra anualmente el Día de la Medicina Latinoamericana.
Hombre amante de su familia, bondadoso y modesto, Carlos Juan Finlay encarna el paradigma del verdadero hombre de ciencia. Nuestros galenos, enfermeras, técnicos y demás trabajadores de la salud tienen en él una guía para ser cada vez mejores. (Granma) |