El grupo de los dos primeros
de la lista del “Granma”
-Fue un día del mes de julio o agosto de 1955
cuando conocimos al Che. Y en una noche —como
él cuenta en sus narraciones— se convirtió
en un futuro expedicionario del “Granma”.
Pero en aquel entonces aquella expedición no
tenía ni barco, ni armas, ni tropas. Y fue
así como, junto a Raúl, el Che integró
el grupo de los dos primeros de la lista del “Granma”.
Impregnado
de un profundo odio y desprecio al imperialismo
-Che era una de esas personas a quien todos le tomaban
afecto inmediatamente, por su sencillez, por su carácter,
por su naturalidad, por su compañerismo, por
su personalidad, por su originalidad, aun cuando todavía
no se le conocían las demás singulares
virtudes que lo caracterizaron.
En aquellos primeros momentos era el médico
de nuestra tropa. Y así fueron surgiendo los
lazos y así fueron surgiendo los sentimientos.
Se le veía impregnado de un profundo espíritu
de odio y desprecio al imperialismo, no solo porque
ya su formación política había
adquirido un considerable grado de desarrollo, sino
porque hacía muy poco tiempo había tenido
la oportunidad de presenciar en Guatemala la criminal
intervención imperialista a través de
los soldados mercenarios que dieron al traste con
la revolución de aquel país.
No
eran necesarios muchos argumentos
-Para un hombre como él no eran necesarios
muchos argumentos. Le bastaba saber que Cuba vivía
en una situación similar, le bastaba saber
que había hombres decididos a combatir con
las armas en la mano esa situación, le bastaba
saber que aquellos hombres estaban inspirados en sentimientos
genuinamente revolucionarios y patrióticos.
Y eso era más que suficiente.
De este modo, un día, a fines de noviembre
de 1956, con nosotros emprendió la marcha hacia
Cuba. Recuerdo que aquella travesía fue muy
dura para él puesto que, dadas las circunstancias
en que fue necesario organizar la partida, no pudo
siquiera proveerse de las medicinas que necesitaba
y toda la travesía la pasó bajo un fuerte
ataque de asma sin un solo alivio, pero también
sin una sola queja.
Che
continuaba siendo médico de nuestra tropa
-Llegamos, emprendimos las primeras marchas, sufrimos
el primer revés, y al cabo de algunas semanas
nos volvimos a reunir —como ustedes saben—
un grupo de los que quedaban de la expedición
del “Granma”. Che continuaba siendo médico
de nuestra tropa.
Sobrevino el primer combate victorioso y Che fue soldado
ya de nuestra tropa y, a la vez, era todavía
el médico; sobrevino el segundo combate victorioso
y el Che ya no solo fue soldado, sino que fue el más
distinguido de los soldados en ese combate, realizando
por primera vez una de aquellas proezas singulares
que lo caracterizaban en todas las acciones; continuó
desarrollándose nuestra fuerza y sobrevino
ya un combate de extraordinaria importancia en aquel
momento.
En
cuestión de segundos emprendió rápidamente
la marcha
-La situación era difícil. Las informaciones
eran en muchos sentidos erróneas. Íbamos
a atacar en pleno día, al amanecer, una posición
fuertemente defendida, a orillas del mar, bien armada
y con tropas enemigas a nuestra retaguardia, a no
mucha distancia, y en medio de aquella situación
de confusión en que fue necesario pedirles
a los hombres un esfuerzo supremo, una vez que el
compañero Juan Almeida asumió una de
las misiones más difíciles, sin embargo
quedaba uno de los flancos completamente desprovisto
de fuerzas, quedaba uno de los flancos sin una fuerza
atacante que podía poner en peligro la operación.
Y en aquel instante Che, que todavía era médico,
pidió tres o cuatro hombres, entre ellos un
hombre con un fusil ametralladora, y en cuestión
de segundos emprendió rápidamente la
marcha para asumir la misión de ataque desde
aquella dirección.
Y en aquella ocasión no solo fue combatiente
distinguido, sino que además fue también
médico distinguido, prestando asistencia a
los compañeros heridos, asistiendo a la vez
a los soldados enemigos heridos. Y cuando fue necesario
abandonar aquella posición, una vez ocupadas
todas las armas y emprender una larga marcha, acosados
por distintas fuerzas enemigas, fue necesario que
alguien permaneciese junto a los heridos, y junto
a los heridos permaneció el Che. Ayudado por
un grupo pequeño de nuestros soldados, los
atendió, les salvó la vida y se incorporó
con ellos ulteriormente a la columna.
Como
un jefe capaz y valiente
-Ya a partir de aquel instante descollaba como un
jefe capaz y valiente, de ese tipo de hombres que
cuando hay que cumplir una misión difícil
no espera que le pidan que lleve a cabo la misión.
Así hizo cuando el combate de El Uvero, pero
así había hecho también en una
ocasión no mencionada cuando en los primeros
tiempos, merced a una traición, nuestra pequeña
tropa fue sorpresivamente atacada por numerosos aviones
y cuando nos retirábamos bajo el bombardeo
y habíamos caminado ya un trecho nos recordamos
de algunos fusiles, de algunos soldados campesinos
que habían estado con nosotros en las primeras
acciones y habían pedido después permiso
para visitar a sus familiares cuando todavía
no había en nuestro incipiente ejército
mucha disciplina. Y en aquel momento se consideró
la posibilidad de que aquellos fusiles se perdieran.
Recordamos cómo nada más planteado el
problema, y bajo el bombardeo, el Che se ofreció,
y ofreciéndose salió rápidamente
a recuperar aquellos fusiles.
Esa era una de sus características esenciales:
la disposición inmediata, instantánea,
a ofrecerse para realizar la misión más
peligrosa. Y aquello, naturalmente, suscitaba la admiración,
la doble admiración hacia aquel compañero
que luchaba junto a nosotros, que no había
nacido en esta tierra, que era un hombre de ideas
profundas, que era un hombre en cuya mente bullían
sueños de lucha en otras partes del continente
y, sin embargo, aquel altruismo, aquel desinterés,
aquella disposición a hacer siempre lo más
difícil, a arriesgar su vida constantemente.
Su
fama de magnífico combatiente
-Fue así como se ganó los grados de
Comandante y de jefe de la segunda columna que se
organizara en la Sierra Maestra; fue así como
comenzó a crecer su prestigio, como comenzó
a adquirir su fama de magnífico combatiente
que hubo de llevar a los grados más altos en
el transcurso de la guerra.
Che era un insuperable soldado; Che era un insuperable
jefe; Che era, desde el punto militar, un hombre extraordinariamente
capaz, extraordinariamente valeroso, extraordinariamente
agresivo. Si como guerrillero tenía un talón
de Aquiles, ese talón de Aquiles era su excesiva
agresividad, era su absoluto desprecio al peligro.
Los enemigos pretenden sacar conclusiones de su muerte.
¡Che era un maestro de la guerra, Che era un
artista de la lucha guerrillera! Y lo demostró
infinidad de veces pero lo demostró sobre todo
en dos extraordinarias proezas, como fue una de ellas
la invasión al frente de una columna, perseguida
esa columna por miles de soldados por territorio absolutamente
llano y desconocido, realizando —junto con Camilo—
una formidable hazaña militar. Pero, además,
lo demostró en su fulminante campaña
en Las Villas; y lo demostró, sobre todo, en
su audaz ataque a la ciudad de Santa Clara, penetrando
con una columna de apenas 300 hombres en una ciudad
defendida por tanques, artillería y varios
miles de soldados de infantería.
Esas dos hazañas lo consagran como un jefe
extraordinariamente capaz, como un maestro, como un
artista de la guerra revolucionaria.
De
ayudar a que surjan hombres como Él
-No es fácil conjugar en una persona todas
las virtudes que se conjugaban en él. No es
fácil que una persona de manera espontánea
sea capaz de desarrollar una personalidad como la
suya. Diría que es de esos tipos de hombres
difíciles de igualar y prácticamente
imposibles de superar. Pero diremos también
que hombres como él son capaces, con su ejemplo,
de ayudar a que surjan hombres como él.
Es que en Che no solo admiramos al guerrero, al hombre
capaz de grandes proezas. Y lo que él hizo,
y lo que él estaba haciendo, ese hecho en sí
mismo de enfrentarse solo con un puñado de
hombres a todo un ejército oligárquico,
instruido por los asesores yanqui suministrados por
el imperialismo yanqui, apoyado por las oligarquías
de todos los países vecinos, ese hecho en sí
mismo constituye una proeza extraordinaria.
Y si se busca en las páginas de la historia,
no se encontrará posiblemente ningún
caso en que alguien con un número tan reducido
de hombres haya emprendido una tarea de más
envergadura, en que alguien con un número tan
reducido de hombres haya emprendido la lucha contra
fuerzas tan considerables. Esa prueba de confianza
en sí mismo, esa prueba de confianza en los
pueblos, esa prueba de fe en la capacidad de los hombres
para el combate, podrá buscarse en las páginas
de la historia y, sin embargo, no podrá encontrarse
nada semejante.
Hombre
de pensamiento profundo
-Porque Che reunía, en su extraordinaria personalidad,
virtudes que rara vez aparecen juntas. El descolló
como hombre de acción insuperable, pero Che
no solo era un hombre de acción insuperable:
Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia
visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir
que reunía en su persona al hombre de ideas
y al hombre de acción.
Pero no es que reuniera esa doble característica
de ser hombre de ideas, y de ideas profundas, la de
ser hombre de acción, sino que Che reunía
como revolucionario las virtudes que pueden definirse
como la más cabal expresión de las virtudes
de un revolucionario: hombre íntegro a carta
cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta,
hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien
prácticamente en su conducta no se le puede
encontrar una sola mancha. Constituyó por sus
virtudes lo que puede llamarse un verdadero modelo
de revolucionario.
Las
obras de su inteligencia
-Por eso decimos, cuando pensamos en su vida, cuando
pensamos en su conducta, que constituyó el
caso singular de un hombre rarísimo en cuanto
fue capaz de conjugar en su personalidad no solo las
características de hombre de acción,
sino también de hombre de pensamiento, de hombre
de inmaculadas virtudes revolucionarias y de extraordinaria
sensibilidad humana, unidas a un carácter de
hierro, a una voluntad de acero, a una tenacidad indomable.
Y por eso le ha legado a las generaciones futuras
no solo su experiencia, sus conocimientos como soldado
destacado, sino que a la vez las obras de su inteligencia.
Escribía con la virtuosidad de un clásico
de la lengua. Sus narraciones de la guerra son insuperables.
La profundidad de su pensamiento es impresionante.
Nunca escribió sobre nada absolutamente que
no lo hiciese con extraordinaria seriedad, con extraordinaria
profundidad; y algunos de sus escritos no dudamos
de que pasarán a la posteridad como documentos
clásicos del pensamiento revolucionario.
Emprender
con el máximo de seguridad cualquier misión
-Y así, como fruto de esa inteligencia vigorosa
y profunda, nos dejó infinidad de recuerdos,
infinidad de relatos que, sin su trabajo, sin su esfuerzo,
habrían podido tal vez olvidarse para siempre.
Trabajador infatigable, en los años que estuvo
al servicio de nuestra patria no conoció un
solo día de descanso. Fueron muchas las responsabilidades
que se le asignaron: como Presidente del Banco Nacional,
como director de la Junta de Planificación,
como Ministro de Industrias, como Comandante de regiones
militares, como jefe de delegaciones de tipo político,
o de tipo económico, o de tipo fraternal.
Su inteligencia multifacética era capaz de
emprender con el máximo de seguridad cualquier
tarea en cualquier orden, en cualquier sentido. Y
así, representó de manera brillante
a nuestra patria en numerosas conferencias internacionales,
de la misma manera que dirigió brillantemente
a los soldados en el combate, de la misma manera que
fue un modelo de trabajador al frente de cualesquiera
de las instituciones que se le asignaron, ¡y
para él no hubo días de descanso, para
él no hubo horas de descanso! Y si mirábamos
para las ventanas de sus oficinas, permanecían
las luces encendidas hasta altas horas de la noche,
estudiando, o mejor dicho, trabajando o estudiando.
Porque era un estudioso de todos los problemas, era
un lector infatigable. Su sed de abarcar conocimientos
humanos era prácticamente insaciable, y las
horas que le arrebataba al sueño las dedicaba
al estudio; y los días reglamentarios de descanso
los dedicaba al trabajo voluntario.
Tenía
infinita fé en los valores morales
-Y como revolucionario, como revolucionario comunista,
verdaderamente comunista, tenía una infinita
fe en los valores morales, tenía una infinita
fe en la conciencia de los hombres. Y debemos decir
que en su concepción vio con absoluta claridad
en los resortes morales la palanca fundamental de
la construcción del comunismo en la sociedad
humana.
Muchas cosas pensó, desarrolló y escribió.
Y hay algo que debe decirse un día como hoy,
y es que los escritos del Che, el pensamiento político
y revolucionario del Che tendrán un valor permanente
en el proceso revolucionario cubano y en el proceso
revolucionario en América Latina. Y no dudamos
que el valor de sus ideas, de sus ideas tanto como
hombre de acción, como hombre de pensamiento,
como hombre de acrisoladas virtudes morales, como
hombre de insuperable sensibilidad humana, como hombre
de conducta intachable, tienen y tendrán un
valor universal.
La
causa de los explotados y los oprimidos en este continente
-Che no cayó defendiendo otro interés,
defendiendo otra causa que la causa de los explotados
y los oprimidos en este continente; Che no cayó
defendiendo otra causa que la causa de los pobres
y de los humildes de esta Tierra. Y la forma ejemplar
y el desinterés con que defendió esa
causa no osan siquiera discutirlo sus más encarnizados
enemigos.
Y ante la historia, los hombres que actúan
como él, los hombres que lo hacen todo y lo
dan todo por la causa de los humildes, cada día
que pasa se agigantan, cada día que pasa se
adentran más profundamente en el corazón
de los pueblos.
Le
ha dejado al mundo un patrimonio
-Desde el punto de vista revolucionario, desde el
punto de vista de nuestro pueblo, ¿cómo
debemos mirar nosotros el ejemplo del Che? ¿Acaso
pensamos que lo hemos perdido? Cierto es que no volveremos
a ver nuevos escritos, cierto es que no volveremos
a escuchar de nuevo su voz. Pero el Che le ha dejado
al mundo un patrimonio, un gran patrimonio, y de ese
patrimonio nosotros —que lo conocimos tan de
cerca— podemos ser en grado considerable herederos
suyos.
Nos dejó su pensamiento revolucionario, nos
dejó sus virtudes revolucionarias, nos dejó
su carácter, su voluntad, su tenacidad, su
espíritu de trabajo. En una palabra, ¡nos
dejó su ejemplo! ¡Y el ejemplo del Che
debe ser un modelo para nuestro pueblo, el ejemplo
del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo!
Que
sean como el Che
-Si queremos expresar cómo aspiramos que sean
nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes,
nuestros hombres, debemos decir sin vacilación
de ninguna índole: ¡Que sean como el
Che! Si queremos expresar cómo queremos que
sean los hombres de las futuras generaciones, debemos
decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir
cómo deseamos que se eduquen nuestros niños,
debemos decir sin vacilación: ¡Queremos
que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos
un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece
a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al
futuro, ¡de corazón digo que ese modelo
sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha
en su actitud, sin una sola mancha en su actuación,
ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo
deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con
todo el corazón de vehementes revolucionarios:
¡Queremos que sean como el Che!
Se
ha convertido en un modelo de hombre
-Che se ha convertido en un modelo de hombre no solo
para nuestro pueblo, sino para cualquier pueblo de
América Latina. Che llevó a su más
alta expresión el estoicismo revolucionario,
el espíritu de sacrificio revolucionario, la
combatividad del revolucionario, el espíritu
de trabajo del revolucionario, y Che llevó
las ideas del marxismo-leninismo a su expresión
más fresca, más pura, más revolucionaria.
¡Ningún hombre como él en estos
tiempos ha llevado a su nivel más alto el espíritu
internacionalista proletario!
Y cuando se hable de internacionalista proletario,
y cuando se busque un ejemplo de internacionalista
proletario, ¡ese ejemplo, por encima de cualquier
otro ejemplo, es el ejemplo del Che! En su mente y
en su corazón habían desaparecido las
banderas, los prejuicios, los chovinismos, los egoísmos,
¡y su sangre generosa estaba dispuesto a verterla
por la suerte de cualquier pueblo, por la causa de
cualquier pueblo, y dispuesto a verterla espontáneamente,
y dispuesto a verterla instantáneamente!
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